La piratería editorial dejó de ser un problema visible únicamente en las calles y hoy son cientos los tomos ilegales que se ofertan en librerías establecidas de Tlaxcala, incluso a precio de originales.
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De acuerdo con el Consejo Directivo del Centro Mexicano de Protección y Fomento de los Derechos de Autor (CeMPro), cuatro de cada 10 libros que se leen en nuestro país son considerados pirata, pese a que su venta es un delito castigado por la Ley de Propiedad Industrial con sanciones que van de cinco a 30 mil pesos.
Si bien este fenómeno solía tener su auge a través de mercados sobre ruedas y puestos ambulantes, ya es común ver cómo los lectores de la entidad adquieren títulos dentro de establecimientos con licencia de funcionamiento vigente, sin imaginar que cada una de sus páginas fueron clonadas de manera ilegal, lo que contribuye de manera indirecta a uno de los delitos ‘light’ en México.
IMPLICACIONES
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La piratería editorial promueve que los escritores dejen de escribir, pues muchas veces no ven reflejado su trabajo en los ingresos que percibe por las regalías de la editorial. En cambio, otorgar el valor que merecen los libros propicia que los escritores puedan dedicarse por completo a su profesión.
Ser autor es un trabajo que implica talento, tiempo, creatividad y un esfuerzo de 24 horas, siete días a la semana, señala el CeMPro. Además, sostiene que el autor no es el único que resulta perjudicado con la clonación.
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“También están las editoriales que son ciertamente empresas, pero también son familias que dependen de esta industria, pues detrás de cada libro hay editores, correctores de estilo, formadores, diseñadores; por otro lado, están los libreros que forman parte fundamental de la cadena de cada título y que no ven un resultado de esta producción creativa”, expone el organismo.
COPIAS A PRECIO DE ORIGINALES
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En un recorrido por las únicas cuatro librerías registradas en la cabecera municipal de Apizaco, este Diario constató que los propietarios asumen como originales títulos que evidentemente no lo son. De manera que los precios son iguales o similares con respecto a los ofertados por las editoriales.
Lo anterior no solo representa una actividad ilícita ante la Ley de Propiedad Industrial, sino una deslealtad al resto de empresarios y una imposición de la ilegalidad a los lectores que buscan títulos originales y no reconocen sus contrarios.
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La copia ilegal de “El coronel no tiene quien le escriba” (1961) de Gabriel García Márquez, por ejemplo, tiene un costo de 130 pesos en una librería de Apizaco, que representa la misma inversión al comprarlo directamente en la web de su editorial, de acuerdo con lo cotejado a través de su ISBN.
Un segundo ejemplo que permite entender la gravedad de este delito corresponde a la publicación más reciente del mes “En agosto nos vemos” (2024), también de García Márquez. Actualmente, son tres las librerías de la ciudad rielera las que ofertan su clon por 250 pesos, aun cuando su tiraje fue anunciado el pasado seis de marzo con una sola edición a 348 pesos a nivel nacional.
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El enriquecimiento ilícito en estos establecimientos aqueja a los consumidores más allá del giro económico, pues reciben un producto de menor calidad ante un costo considerablemente elevado, mismo que se posiciona como una de las tres razones por las que los mexicanos abandonan el hábito de la lectura a temprana edad, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).
CÓMO IDENTIFICAR LA PIRATERÍA EDITORIAL
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Si bien la Ley Federal de Derecho de Autor se ha reformado para fortalecer las normas para garantizar la debida protección de las obras y los derechos de los escritores, es importante que los consumidores reconozcan los títulos originales y paguen lo justo por el material obtenido.
Aunque las tecnologías digitales han facilitado la impresión de libros, también someten la producción de copias a un proceso de menor calidad.
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Los clones parecen idénticos al libro original, pero el primer indicador de su simulación es la impresión y su envoltura. Las letras en la portada y contraportada se ven borrosas, dobles o tienen errores de ortografía. Además, en lugar de plástico protector transparente, portan cubrepolvo de colores o mal etiquetado. Por dentro, al libro clon le faltan páginas, capítulos enteros, las fotografías no tienen calidad o no están a color.
Al verificar la autenticidad de una publicación, el CeMPro garantiza que se respetan los derechos de los autores y las vías legales para adquirir obras de arte, lo que fortalece a la industria y al país.
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EL APUNTE
De acuerdo con el CeMPro, cuatro de cada 10 libros que se leen en nuestro país son considerados pirata, pese a que su venta es un delito castigado por la Ley de Propiedad Industrial con sanciones que van de cinco a 30 mil pesos.