Para alimentar a sus nietos de cinco y siete años de edad, doña Irene Romero trabaja en el empleo informal 12 horas diarias. Como no tiene apoyos del gobierno de la República, vende rosas después de la medianoche en Apizaco.
De las tres de la tarde a las tres de la mañana, entre el frío y la lluvia, ofrece los ramos a los automovilistas. La solitaria mujer de 55 años, dispone de menos de un minuto para ofrecer su mercancía, unas flores frescas y aromáticas envueltas en plástico.
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El lunes vendió tres ramos en 50 pesos cada uno, el martes dos y la madrugada de este miércoles cuatro.
Me gano 10 pesos por cada ramo vendido, que la suerte sea la mala, pero Dios nos debe proveer siempre, comenta.
Y cuenta que su nuera dejó abandonados a dos hijos, porque su esposo, hijo de ella, es drogadicto. Tengo dos alternativas, sacar a mi hijo de la droga o darles de comer a mis nietos... Él escogió esa vida, andar vagando en las calles, pero los niños tienen que comer, expresa.
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Refiere que hace un año, su hijo trabajaba en una fábrica y le iba bien, pero “al tirarse al cristal, la vida se le está acabando”.
Alega que para trabajar en la calle, “hay que tener voluntad, porque cuando te va bien eres la envidia de todos”.
Doña Irene lamenta que no tenga apoyos institucionales para sus hijos de 14 y 29 años y refiere que “las ayudas del gobierno las reciben los ricos, porque los pobres seguimos igual viviendo de la caridad”.
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