Entre la caravana migrante “Dios nos guía” detenida temporalmente en Xaloztoc, Tlaxcala, emergió una historia de resiliencia y esperanza al encontrarse entre ellos Keila N., una periodista venezolana de 36 años de edad, acompañada de su esposo, un “perseguido político”.
Se trata de William N., quien era un técnico en Comercio Exterior en su país; actualmente cuenta con 39 años de edad y también iba acompañado de su hija de apenas un año y cinco meses de nacida.
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Los tres forman parte de las miles de personas que buscan un futuro mejor, lejos de sus países de origen, pero en ellos, la travesía quedó marcada por un trasfondo de persecución política y peligro constante.
La periodista Keila N., contó a El Sol de Tlaxcala que trabajaba para “VTV La Televisora”, uno de los principales medios de comunicación televisada en Venezuela, pero la represión en su país y la censura hacia quienes ejercen el periodismo crítico la empujaron a tomar una difícil decisión: huir.
William N. decidió apoyarla y emprender acciones legales, pero comenzó a recibir amenazas, por lo que decidieron mudarse a Ecuador, donde esperaron encontrar un refugio seguro, aunque no fue así, su vida seguía marcada por la inseguridad.
“Nos convertimos en perseguidos políticos. La situación se volvió insostenible cuando las intimidaciones se transformaron en acciones concretas contra nuestra seguridad y familia, por ello nos vimos obligados a abandonar nuevamente el país, esta vez con el sueño de llegar a los Estados Unidos de América”, precisó.
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El viaje, sin embargo, no ha resultado fácil. Desde Ecuador, se unieron a una de las caravanas migrantes que cruzan Centroamérica y México, donde enfrentaron dificultades que van más allá de lo imaginable.
“Sabemos de la violencia que vive México, pues aquí operan cárteles de la droga, aunque aquí en Tlaxcala nos trataron muy bien”, relató Keila con gratitud, a diferencia de otros lugares como Chiapas, donde el recibimiento fue muy diferente.
Keila, William y su hija han recorrido miles de kilómetros, han desafiado no sólo los riesgos inherentes de la travesía, sino también las leyes que prohíben el uso de la llamada “bestia” como una forma de transporte.
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“Viajamos sobre el tren desde Tierra Blanca, Veracruz, aunque sabemos que no está permitido por las autoridades estatales”, confesó Keila N., pero para ellos cualquier medio de transporte es una oportunidad de seguir avanzando con la mirada fija en la Ciudad de México y después en la frontera con los Estados Unidos, donde esperan encontrar el asilo que tanto necesitan.