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En Calpulalpan, en el lugar donde inicia la Sierra Nevada y los Llanos de Apan, conocida también como la altiplanicie pulquera, durante siglo XVI fue levantada una de las construcciones más representativas no solo del estado, sino de la región donde colindan las actuales entidades de Hidalgo, Estado de México y Tlaxcala.
Según está documentado, desde los primeros asentamientos humanos Calpulalpan ha sido un importante sitio al ser conexión, y por lo tanto lugar de paso entre México, Puebla y Veracruz. Durante la época colonial y la conquista española su importancia no fue menor y la cultura de esa zona es, en mayor parte, una gran influencia franciscana que se extiende hasta nuestros días.
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Con la construcción del convento en honor a San Simón y San Judas, los frailes franciscanos iniciaron la evangelización de los indios en la región, muy de la mano de sus homólogos ubicados en Texcoco, Estado de México. Con ello quedó enterrada la adoración a sus ídolos.
El monasterio fue clave esencial para la conversión al catolicismo y decenas de símbolos y signos, que han sobrevivido al paso del tiempo y a la mano del hombre, dan cuenta del método pedagógico usado para que los indígenas se convencieran de la importancia de Dios y asumieran el catolicismo como suyo.
La tradición oral cuenta que ese convento, que destaca de todos los de Tlaxcala por sus enormes pilastras de madera bien conservadas y por una antiquísima cruz que yergue en el atrio del templo, posiblemente fue levantado sobre algún adoratorio o un templo prehispánico.
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El conjunto conventual, se presume, está construido con piedra tezontle rojo y tezontle negro, piedras originarias de un volcán extinto cercano a la zona, conocido por las personas como Cueyotl.
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EL MONASTERIO Y LAS CASONAS DE CALPULALPAN
El convento de San Simón y San Judas es una antigua construcción que a la fecha conserva la misión para la que fue levantada por los frailes españoles en el siglo XVI.
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Es un inmueble ubicado en el centro de Calpulalpan, situada, como toda edificación franciscana, hacia el poniente, en el que a la fecha moran tres frailes que proporcionan a la población los servicios eclesiásticos, los sacramentos y todo lo que conlleva la predicación del Evangelio.
Paola Muñoz Jiménez, cronista municipal de Calpulalpan, contó a El Sol de Tlaxcala sobre la riqueza cultural y arquitectónica que guardan los cerca de 17 metros cuadrados del monasterio, incluido el templo y una escuela católica que es administrada por los frailes.
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Destacó primero una arcaica cruz atrial de piedra dispuesta al centro del patio procesal, frente al templo católico, con características propias de la arquitectura conventual del siglo XVI, tras la llegada de los franciscanos a América y su misión de imponer a los nativos la religión católica.
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La cruz atrial tiene los elementos básicos de la Crucifixión de Jesús, si la vemos detalladamente tiene una escalera y una corona con espinas. Con eso empezaron a enseñar la religión, por ejemplo, con todos los rituales que se viven durante Semana Santa, expresó.
La cronista habló sobre la importancia de que las construcciones fueran al aire libre, pues en la época prehispánica la población indígena adoraba a dioses, o a sus ídolos, a campo y cielo abierto; no tenían la costumbre de hacerlo -como actualmente lo hacemos- en espacios cerrados.
Es por ello que una característica de los templos coloniales, principalmente los conventos franciscanos, es que en ellos existen capillas abiertas construidas de manera austera, pero que resalta su belleza por el arte indiocristiano, que es una fusión de la cultura española con la indígena.
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En cuanto a la construcción del convento no existe una fecha exacta, pero la cronista indicó que, con base en el libro Arquitectura del Siglo XVI, inició por ahí de 1570, en lo que fue denominado la segunda oleada de inmuebles hechos por los franciscanos, normalmente en sitios con una población densa.
La edificación del convento y del templo fue como un pastel: primero fueron construyendo el claustro del convento, que tiene la característica importante de que está sostenido con pilastras de madera y que al momento conserva las originales, detalló al abundar que, por lo menos en los monasterios franciscanos más cercanos, no existe el dato de un diseño similar.
Insistió en que el esbozo arquitectónico del claustro es único en el estado precisamente por esas resistentes y gruesas columnas de madera, un el estilo que adoptaron los pobladores en varias construcciones posteriormente erigidas en Calpulalpan, y que funcionan como sostén del segundo piso del convento y todo el techado alto en vigas de madera, que también se volvió muy común entre casas contiguas.
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“A Calpulalpan se le considera ‘lugar de casas o casonas’, que eran construcciones grandes; el significado fue adaptado porque en realidad Calpulalpan se deriva de ‘Calpulli’ que quiere decir ‘lugar de muchos barrios”, aclaró.
Agregó que el claustro (cimentación vertebral en el monasterio) tiene una forma cuadrangular, posee al medio un jardín y se ha documentado la existencia de un pozo de agua, así lo relató Alonso Ponce, un fraile franciscano que pasó por Calpulalpan en 1585 con la encomienda de vigilar, desde España, todos los conventos franciscanos, y en la narración que hace destaca esa excavación.
El convento actualmente posee dos torres de tres cuerpos, pero sólo la ubicada hacia el norte es original, la otra fue levantada entre 1940 y 1941, según versiones de los pobladores, con injerencia en la administración del complejo católico de los diocesanos, quienes en toda la historia del inmueble han intervenido en dos ocasiones.
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Destacan en los muros algunas cenefas que, aunque todavía no ha sido determinado con exactitud el simbolismo, es posible observar la representación de caras de demonios y ángeles, elementos que también tiene que ver con la enseñanza católica a través de imágenes y que, posiblemente, significaba la lucha del bien contra el mal.
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Algunas ya han sido intervenidas por el Instituto Nacional de Antropología e Historia, pero, en su mayoría, y principalmente las plasmadas en la parte alta del claustro, son trazos originales que subsisten a los embates del tiempo y del clima.
La belleza del convento la remata una serie de pinturas murales en los nichos de los rincones, entre ellas algunas de San Antonio de Padua, que fueron elaboradas tiempo después de la construcción del templo, aparentemente en 1760.
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LA PARROQUIA EN HONOR A SAN ANTONIO
Aunque el convento fue fundado con el nombre de San Simón y San Judas, la cronista municipal mencionó que ha sido documentado que a partir de 1812 el templo asume la adoración a San Antonio de Padua y la única explicación de ese cambio se atribuye a una añeja historia contada de generación en generación y con base en testimonios recopilados por Alejandro Martínez, cronista de Calpulalpan fallecido, y por el investigador Fernando Cortés.
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La parroquia en honor a San Antonio de Padua está situada en la parte frontal del monasterio; los pobladores dicen que regularmente en verano la luz del sol entra a través de él y se refleja directamente en el altar. En antaño eso fue una forma de enseñar a los indígenas como entraba Dios a sus vidas.
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Se dice que, como Calpulalpan es un paso entre México y Veracruz, de la Sierra Norte de Puebla unas personas iban a Texcoco a restaurar su imagen de San Antonio de Padua; pernoctan en Calpulalpan y el día que tenían que continuar su viaje las mulitas ya no quisieron caminar, entonces las personas mandan a traer a los frailes para comentar esa situación y entonces el santo se queda en la localidad, contó.
Su fachada está forjada con elementos del arte indocristiano, como el arquivolta que contiene flores, símbolo de que van a entrar a recibir la palabra de Dios; posee también el cordón de los frailes (que significa castidad, obediencia y pobreza) manifestaciones que también están en las pilas bautismales, una colocada en la entrada del templo y la otra al final de la nave.
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Al final del templo, en la parte posterior, actualmente está ubicado el Centro Escolar Aparicio, escuela bajo la administración de los frailes, un espacio que conserva en su diseño detalles que tiene la forma de algo similar a un juego de pelota, una piedra antigua y figuras antropomorfas, todo ello incrustado en las paredes. La construcción del templo principal finalizó en 1608.
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VÍCTIMA DE DOS ATENTADOS
Aunque en gran medida el convento de San Simón y San Judas, junto con la parroquia de San Antonio de Padua, se conserva original en construcción y diseño, en dos momentos históricos importantes para el país fue víctima de ataques. Uno de ellos repercutió en la modificación de su altar.
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Se ha encontrado que durante la revuelta insurgente, en los primeros años de la Independencia, el Ejército Realista se apoderó, saqueó al pueblo de Calpulalpan y entregó a sus aliados tlaxcaltecas; es decir, tenía como aliado a Tlaxcala, y entonces tomaron la imagen de San Antonio de Padua como signo de triunfo, rememoró Paola Muñoz Jiménez, cronista municipal de Calpulalpan.
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El virrey de la Nueva España, Francisco Javier Venegas, intercedió para que se le reconociera y se le regresara la imagen al pueblo de Calpulalpan en abril de 1811.
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El segundo suceso fue el ocho de junio de 1915 cuando los carrancistas incendiaron el templo, la nave principal, y las llamas consumieron el retablo que prácticamente desapareció. De ese espacio lo único que no se quemó fue “el cuerito de San Antonio”, una imagen de San Antonio de Padua en un lienzo donde, la tradicional oral señala, apareció el santo. En la sacristía existen vestigios en una antigua puerta dañada durante ese embate, pues parte de la madera de la que está hecha tiene tramos carbonizados.
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EL CONVENTO SIGUE ACTIVO
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El padre Porfirio Ramírez, encargado del convento, destacó que Calpulalpan es uno de los sitios en donde los frailes franciscanos han dejado un importante legado.
En entrevista con este Medio, explicó que en ese municipio el convento conserva el nombre de Santo Simón y Judas, pero aclaró que el templo está dedicado a San Antonio de Padua.
Añadió que la administración del convento no siempre es de la misma forma, pues en ocasiones hay quien está encargado de la parroquia y encargado del convento, y en otras, como actualmente ocurre, la misma persona es párroco y guardián de la casa del convento.
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“Como parte de la vida fraterna aquí vive un grupo de tres hermanos que fortalecen a la comunidad desde la religión y brindan acompañamiento al pueblo: el que está al frente (Porfirio Ramírez); y el vicario, el padre Ricardo Maldonado, encargado de lo que es la administración y quien toma las decisiones en ausencia del guardián y encargado del Colegio”, explicó.
Añadió que existe un tercer fraile, que no es sacerdote, es hermano laico y se encarga de otros aspectos que la misma provincia le encomendada, como lo es justicia, paz e integridad.
A diferencia del convento franciscano de Nuestra Señora de los Ángeles, en Chiautempan, que es un lugar de formación, ellos únicamente atienden a su comunidad católica de Calpulalpan y sus respectivos encargos.
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Leyenda arraigada
San Antonio de Padua es considerado como un santo milagroso y prodigioso y en Calpulalpan existe la creencia arraigada de que, principalmente para conseguir novio, marido o para fortalecer y conservar un matrimonio, las personas deben conseguir 13 monedas regaladas (que juntan del uno al 13 de junio) para llevarlas a su templo el 14 de junio.
A finales del siglo XIX e inicios del siglo XX al convento se le consideró un santuario por la gran cantidad de personas que lo visitaban y que acudían a San Antonio de Padua para pedirle algún favor.
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