A primera vista, el Convento de San Ildefonso en Hueyotlipan es un paraje discreto que podría pasar desapercibido para muchos, pero aquellos con un ojo entrenado para la historia y la arquitectura saben que su indiscutible belleza se encuentra en el interior.
Construido en el siglo XVI, este convento fue un pilar en la evangelización de los tlaxcaltecas, quienes con dificultades recibieron instrucción religiosa, pero a la postre aprendieron y ayudaron a la enseñanza de la fe católica.
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La arquitectura del convento es una joya ecléctica. Su exterior presenta una torre única adornada con ángeles de argamasa, que sostienen el emblema de la Casa de Austria, un tributo al emperador Carlos I de España y V de Alemania.
La fachada, de estilo manierista, desafía las normas tradicionales de simetría y proporción. Destacan en ella la ventana circular del coro y una escultura en piedra de la Virgen de Guadalupe. La planta arquitectónica del convento sigue la forma de una cruz latina, en línea con la tradición religiosa de la época.
EL INTERIOR GUARDA UNA BELLEZA INIGUALABLE
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Al entrar se encuentra el altar mayor, dedicado a San Ildefonso y a la Virgen de Guadalupe. El techo artesonado de viguería, recientemente restaurado, brilla con un nuevo esplendor, mientras que el piso de loseta, con su apariencia de mármol, añade un toque distintivo al espacio.
A ambos lados de la iglesia, se encuentran armoniosamente colocadas dos pinturas de autores anónimos y un par de altares neoclásicos en los transectos, que forman la nave transversal y dan a la iglesia su característica forma de cruz latina.
El retablo principal, también de estilo neoclásico, muestra imágenes de San Ildefonso y la Virgen de Guadalupe, donde se mantiene un juego estilístico con un cancel y las puertas de la sacristía adornadas con discos con campanas.
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Las paredes, pintadas en tonos hueso y café, armonizan perfectamente con las bancas de caoba y los confesionarios del siglo XIX. Pero lo que realmente deja anonadados a los visitantes es el órgano gótico que reposa en el coro y adorna el barandal.
En 1985, Hazael García Juárez, licenciado en Artes Plásticas por la Universidad del Estado de Oaxaca, elaboró un anteproyecto para la restauración del templo. Aunque el proyecto fue detenido por el Instituto Nacional de Antropología e Historia, la intención quedó como un testimonio del amor por el patrimonio cultural de esta localidad.
MÚLTIPLES FESTEJOS
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Entre las peculiaridades de esa localidad, ubicada a 29 kilómetros al oeste de Apizaco por la carretera número 136, destacan sus tres festividades al año.
Eso se debe a que en la evangelización se edificó en honor a San Ildefonso y a la Virgen de Guadalupe, pero después de que el Convento Franciscano fue secularizado en 1640 y abandonado por completo en 1770, las autoridades religiosas tomaron la decisión de pasar al Señor del Convento a ese templo.
El 28 de junio de 1828 fue efectuada la primera festividad en Honor a San Ildefonso y Guadalupe, cuando el Ayuntamiento de Hueyotlipan era presidido por José Antonio Romero, quien pidió que fuera reconocido como santo patrón a Cristo Crucificado y llamado en adelante Señor del Convento que se celebra el 23 de mayo.
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La fiesta nacional en honor a la virgen de Guadalupe es el 12 de diciembre y también la festejan ahí, pero la celebración religiosa es en honor al santo patrón San Ildefonso obispo de Toledo es el 23 de enero, aunque si cae entre semana lo transfieren al siguiente domingo.
1643, AÑO DEL PRIMER BAUTIZO
Según registros del cronista Keny Sosa Rivera, el primer bautizo en la parroquia tuvo lugar en 1643, cuando una niña llamada Juana recibió el agua bautismal, un acto de fe que marcó el comienzo de muchas generaciones cristianas.
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A esa investigación la denomino ‘Juana, la niña española’, pues la dejaron recién nacida en la hacienda o en la estancia de un hombre llamado Alonso Herrero y él no sabía si ya estaba bautizada o no, por ello la presentó a la parroquia, como era tradición en aquellos años, dijo.
En la ceremonia, refirió el investigador, el cura Joseph Gracián de Barzola le dio el sacramento, pero con las reservas porque pensaba que ya estaba bautizada, pues la persona que la dejó escribió que la bebé ya había recibido el agua bendita y se llamaba Juana.
HAY CADÁVERES BAJO EL PAVIMENTO
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En 1841, un decreto prohibió sepultar fuera de las iglesias, momento en el que muchos cuerpos fueron exhumados y otros tantos quedaron bajo el pavimento del convento.
En este caso la gente ya no pudo exhumar a sus seres queridos y años más tarde quedaron abajo del templo, tras la orden de un sacerdote de pavimentar frente lo que se había aplanado, señaló el cronista.
De hecho, afirmó que el antiguo cementerio ya estaba completamente lleno, pero con el decreto formalmente estipulado, la ciudadanía tuvo que llevar a enterrar los cadáveres de sus seres queridos en un nuevo espacio municipal.
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Agregó que hubo dos sacerdotes bastante queridos, cuyos cuerpos sin vida fueron sepultados al interior del ahora centro católico de nombres: Epifanio A. Morales Torres, que falleció el 29 de octubre de 2009 y Mariano Ramírez Hernández, cuyo deceso se registró el 21 de julio de 1999.
TÚNELES AGREGAN MISTICISMO
El Convento de San Ildefonso también guarda el misterio de un túnel bloqueado por la feligresía, del que se sabe conectaba al antiguo monasterio franciscano con la parroquia, de la cual quedó sellada y tapada la fachada con un retablo.
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Hoy día, bajo los pies de los habitantes de Hueyotlipan o dentro de los gruesos muros de las haciendas, se esconden fascinantes túneles y pasadizos secretos, que fueron ocupados por la seguridad de los gobernantes, los cuales son desconocidos por gran parte de la población.
Según los vecinos, durante la Conquista el municipio se convirtió en un avance importante para Hernán Cortés, pues ahí efectuó importantes reuniones y con el tiempo se construyeron 15 haciendas, algunas de las cuales permanecen intactas.
La tradición oral señala que los pasajes secretos, de hasta 15 metros de profundidad, fueron diseñados estratégicamente para proteger las vidas de personas influyentes, esconder tesoros o en algunos casos, como en la hacienda de Tepalca, posiblemente utilizados para torturar.
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Otra pieza aún intacta fue encontrada en la comunidad de Adolfo López Mateos que conecta la Casa del Hacendado con el coro de la Iglesia de San Blas y el tercero se ubica en San Andrés Cuaximal desde el costado del tanque de agua de la hacienda de Santa Cruz y desemboca en uno de los cañones circundantes.
El cuarto túnel conocido por los pobladores se encuentra en la ciudad de Ignacio Zaragoza, en un pequeño portal ubicado entre los muros de la exhacienda de la Luz, que conduce al nivel superior de la capilla.
Finalmente, está el último pasaje secreto en la hacienda Tepalca, que probablemente fue utilizado para castigo y tortura, aunque no se sabe con exactitud su uso, algunos de esos túneles todavía son utilizados por propietarios de haciendas.
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Por su misticismo y antigüedad, este sitio se erige como uno de los rincones sagrados más importantes de Tlaxcala. El Convento de San Ildefonso, con su belleza oculta, destaca de entre las iglesias circundantes por conservar la fe de sus visitantes a través de sus festejos, mismos que lo mantienen en pie desde hace cinco décadas.
Entre las peculiaridades de esa localidad, ubicada a 29 kilómetros al oeste de Apizaco por la carretera número 136, destacan sus tres festividades al año.
El Convento de San Ildefonso también guarda el misterio de un túnel bloqueado por la feligresía, del que se sabe conectaba al antiguo monasterio franciscano con la parroquia, de la cual quedó sellada y tapada la fachada con un retablo.