[Video] Rincones Sagrados | Parroquia de San Dionisio es el alma de Yauhquemehcan; fue el primero de tres templos en el municipio

Su imponente retablo y la colección de pinturas la convierten en un cofre de tesoros sacros

Mónica Vargas / El Sol de Tlaxcala

  · jueves 19 de septiembre de 2024

La imagen de San Dionisio fue una donación de un hacendado del siglo XVII. César Rodríguez / El Sol de Tlaxcala

Ubicada en el corazón de Yauhquemehcan, la parroquia de San Dionisio es un cofre de historias, un refugio para los fieles y un tesoro artístico que se erige como símbolo de identidad. Sus muros, de al menos cuatro siglos de antigüedad, guardan la esencia de un pueblo que ha encontrado en la belleza de su templo un motivo de orgullo, pues se trata de la primera de tres parroquias elevadas en el municipio.

CONSTRUÍDA EN EL SIGLO XVI

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Aunque es difícil precisar cuándo comenzó la construcción de la actual parroquia de San Dionisio, se sabe que sus raíces se remontan a mediados del siglo XVI. Ya en 1550, los frailes franciscanos habían plantado la semilla de la devoción en la zona y establecido una primera ermita donde hoy se levanta la iglesia. Sin embargo, el esplendor de este lugar tardaría más de dos siglos en consolidarse.

La estructura que admiramos hoy se fue forjando poco a poco, con un esfuerzo constante que abarcó 200 años de historia, de acuerdo con el cronista municipal, David Chamorro Zarco.

El esplendor de San Dionisio ocurrió entre 1650 y 1750, cuando el proceso de secularización del clero permitió que las órdenes religiosas dieran paso a un control más laico y comunitario. Esto trajo consigo un crecimiento arquitectónico y artístico que enriqueció notablemente a la parroquia, convirtiéndola en un referente para Tlaxcala.

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LA LLEGADA DE SAN DIONISIO

Toda iglesia tiene una historia que contar. La de San Dionisio está íntimamente ligada a su imagen titular. Según la tradición oral, la figura del santo, que hoy descansa en su altar, pertenecía originalmente al hacendado Alfonso de la Torre, dueño de la hacienda Mazaquiáhuac.

Este personaje, uno de los más acaudalados del siglo XVII en Tlaxcala, decidió restaurar la imagen de San Dionisio en Puebla. Sin embargo, en su trayecto de regreso, algo inesperado ocurrió: la imagen desapareció misteriosamente del carruaje en el que era transportada.

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Los arrieros, preocupados, regresaron sobre sus pasos y encontraron la imagen en el lugar exacto donde hoy se ubica la parroquia. Al intentar moverla nuevamente, el santo volvió a desaparecer.

Alfonso de la Torre interpretó este hecho como un claro deseo del santo de quedarse en Yauhquemehcan. De manera generosa, decidió donar la imagen al pueblo, junto con una cuantiosa suma de dinero para la construcción del templo.

ELEGANCIA EN CADA RINCÓN

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La parroquia de San Dionisio es un ejemplo exquisito de arquitectura religiosa. Su diseño en cruz latina, con una fachada de cantera blanca que refleja una sobriedad y elegancia inigualables, la distingue entre las iglesias de la región.

A primera vista, la torre del templo, con su base maciza y sólida, capta la atención. A diferencia de muchas construcciones similares, esta torre no es hueca, lo que le confiere una fortaleza impresionante. Además, en su cúspide resuenan las campanas que han marcado el ritmo de vida de la comunidad por generaciones.

El interior del templo guarda un tesoro invaluable: su retablo mayor. Este retablo barroco, que se alza desde el piso hasta el techo, es una obra de arte en sí misma. En sus ornamentos dorados y su estructura sin clavos, se cuenta la historia de los obispos relacionados con San Dionisio, en una suerte de conexión visual entre la tierra y el cielo. Como explica Chamorro Zarco, este retablo es un libro abierto de la fe, una manifestación de devoción y arte sacro.

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Pero no es el único tesoro del templo. En el retablo de ánimas, una pintura monumental de cinco metros de ancho por siete de alto, se representa de manera dramática la visión católica de la vida después de la muerte: el cielo, el purgatorio y el infierno. Tan vívidas son las imágenes del infierno que, en su momento, los habitantes del pueblo decidieron cubrir la parte inferior del cuadro con una capa de pintura roja para mitigar el impacto de las escenas. Con el paso del tiempo, esta capa ha comenzado a desaparecer, devolviendo al cuadro su forma original.

En el coro de la iglesia, que durante años sirvió como almacén y donde reposa su órgano tubular, se descubrió hace poco una serie de pinturas que habían permanecido ocultas. Entre ellas, destaca “El Santo Entierro”, una representación conmovedora de Jesús bajado de la cruz por ángeles. Estas piezas, tratadas cuidadosamente por el Instituto Nacional de Antropología e Historia, son en su mayoría de autoría tlaxcalteca, lo que incrementa su valor cultural y artístico.

LA FIESTA DE SAN DIONISIO

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La devoción a San Dionisio se vive de manera intensa en Yauhquemehcan. Cada 9 de octubre, la comunidad se viste de gala para celebrar a su santo patrono con misas, procesiones y festividades que desbordan alegría y gratitud. Esta fiesta es el punto culminante del calendario religioso, pero no es la única celebración importante del año.

Durante la Semana Santa, la parroquia se transforma en tierra de una de las procesiones más conmovedoras de la región. La imagen de Jesús, cuyas extremidades articuladas le permiten caer y levantarse, es llevada por las calles en un recorrido que representa las tres caídas de Cristo. Ver cómo la figura se desploma en las andas genera una profunda emoción entre los fieles para recordar el sacrificio y la redención.

Fiscales, mayordomos y topiles son elegidos de manera popular para encargarse de la organización y mantenimiento de las festividades, lo que resalta el fuerte sentido comunitario que caracteriza a este pueblo.

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En sí, la parroquia de San Dionisio es un testigo mudo del pasado. Con su imponente retablo, sus tesoros artísticos y su historia que entrelaza lo divino y lo humano, este templo es, sin duda, un símbolo del alma religiosa de Tlaxcala.

Este retablo barroco, que se alza desde el piso hasta el techo, es una obra de arte en sí misma. En sus ornamentos dorados y su estructura sin clavos, se cuenta la historia de los obispos relacionados con San Dionisio, en una suerte de conexión visual entre la tierra y el cielo.

  • En el coro de la iglesia se descubrió hace poco una serie de pinturas que habían permanecido ocultas. Entre ellas, destaca “El Santo Entierro”, una representación conmovedora de Jesús bajado de la cruz por ángeles.