La fusión de fe y tradición del pueblo indígena yuhmu de Ixtenco glorifica su evangelización en uno de los más emblemáticos inmuebles católicos en Tlaxcala: la parroquia de San Juan Bautista. Ahí, los que se dicen llamar hijos del maíz se unen también como hijos de Dios mediante la devoción a su santo patrono.
Para historiadores de ese lugar, como Mateo Cajero y Agustín Ranchero Márquez, es donde se escuchó por primera vez en México la palabra de Dios, y también presumen su lugar nativo como el primero en edificar un templo católico, incluso antes de la conquista española.
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En su libro “Historia de los otomíes en Ixtenco”, Mateo Cajero narra que la construcción de ese primer templo fue a raíz de un testamento de Don Diego Hernández, que formó parte de los conquistadores españoles y quien pidió que su tumba se erigiera en la iglesia del Señor de San Juan, frente al altar de San Diego. De esta manera, la hoy capilla de la Preciosa Sangre de Cristo, anexa a la parroquia, ocupa el lugar donde se edificó el primer lugar sagrado en territorio nacional, allá por el año de 1555.
Aunque no hay antecedentes de ese nicho, Ixtenco se ha afianzado como un lugar sacrosanto desde la época prehispánica hasta nuestros días. A nivel cultural, los cuadros que se elaboran en este municipio con granos de maíz son su tesoro más grande, los cuales también forma parte de su identidad con sus 35 especies de semillas de diferentes colores que dedican a su santo patrón.
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A 55 kilómetros de la ciudad capital del estado, aproximadamente una hora de recorrido en auto, se llega al tercer Pueblo Mágico de Tlaxcala, San Juan Ixtenco.
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Al ingresar al municipio de más de siete mil 500 habitantes, el paso obligado es la calle 2 Norte, que conduce directamente a unos de los rincones sagrados de los hijos del maíz, la parroquia de San Juan Bautista.
Para entender el catolicismo en Ixtenco, Agustín Ranchero Márquez narra que la comunidad tiene su origen hace más de 40 mil años, según investigaciones geológicas y arqueológicas. Con la dispersión de indígenas desde Cacaxtla, llegaron a poblar las tierras de Ixtenco para edificar un observatorio astronómico en la Malinche, por ser un lugar cósmico.
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En 1535, los españoles solicitaron levantar un inmueble religioso, precedentemente de la capilla de la Cruz, pero fue hasta 1817 (aunque no hay documentos oficiales que certifiquen esa fecha) que comenzó a edificarse la nave mayor de lo que hoy es la parroquia de San Juan Bautista que, según una placa en el bautisterio, se terminó de construir en 1825.
Por otra parte, investigaciones de Mateo Cajero dicen que fue el año de 1731 cuando comenzó a construirse el templo y su terminación fue en 1903, fecha que se utiliza como referencia histórica. De lo que sí se tiene certeza es que la fundación de Ixtenco fue el ocho de enero de 1542.
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La cédula real dice que “tan sólo se les pide que se mantengan unidos los coaligados y obedientes, como hasta ahora son, además ya están domésticos a la ley de Dios, por cuna nobleza”, debido a que Ixtenco estaba conformado por reyes en una confederación de pueblos.
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DESTACA DE SAN JUAN LA DESTREZA ARQUITECTÓNICA
Un amplio y hermoso atrio es el preámbulo para admirar la construcción del siglo XVII, que se unió a la antigua construcción de la hoy capilla Preciosa Sangre de Cristo, el cual aún guarda algunas características originales.
Las torres de ambas iglesias están elaboradas en cantera gris, una de ellas es considerada la más alta del estado con la campana de mayor dimensión en Tlaxcala, su peso es de unas tres toneladas y media. No pasa desapercibida la atractiva cúpula con sus vanos o ventanas de tambor que envuelven a la Santa Cruz sobre la linterna de la estructura.
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Para ascender al campanario, primero hay que pasar por una escalera de piedra tipo caracol de 35 peldaños, más siete para llegar a donde comienza la torre de unos 40 metros de altura. En lo alto, el panorama abarca los cuatro puntos cardinales, donde se puede admirar el volcán inactivo Xalapasco, un potencial centro ecoturístico de Ixtenco, flanqueado por la Malinche, que cubre al Popocatépetl e Iztaccíhuatl, sin duda un acercamiento visual con la madre tierra y con el cielo.
Para la arquitectura de la nave mayor se usó piedra de esa misma región, también se edificaron oratorios como del Señor de la Buena Muerte, Natividad, del Sagrario, actualmente una capilla está en rehabilitación para recibir las imágenes de los Niños Mártires de Tlaxcala y, desde luego, también está el bautisterio.
Esta última ermita está llena de misticismo, porque es donde inicia la vida cristiana a través del bautismo, esencia pura del santo patrón del lugar, San Juan, quien bautizó a su primo Jesús en las aguas del río Jordán.
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Ahí, un fastuoso retablo del barroco salomónico, que posiblemente perteneció al antiguo templo, adorna una de las paredes con la imagen de aquel momento excelso para la fe católica, el bautismo de Jesús.
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La amplitud interior del recinto sagrado hace resaltar el altar mayor, donde la imagen de Jesús crucificado ocupa la parte central y a un costado la figura de San Juan Bautista, como una expresión tangible a su devoción, que se convierte en el punto focal para la oración y meditación.
En lo alto de las paredes laterales de la parroquia, se aprecian pinturas al óleo en cada costado de las ventanas, mismas que reflejan su adoración a Dios y veneración de los santos.
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SU FESTIVIDAD Y TRADICIÓN
Cada 24 de junio, los fieles católicos rinden pleitesía a su santo patrón, y lo hacen de una manera peculiar, además de su devoción, expresan su fe con alegría y tradición. Además, el culto a San Juan Bautista está asociado para atraer las lluvias y alimentar a la madre tierra para sus cultivos.
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Si bien, actualmente la indumentaria otomí no es de uso diario, en sus festividades religiosas sí es común observar a pobladores portar los trajes típicos compuesta por camisa de manta con bordados en forma de cruz y sombrero de palma para los hombres, y el de la mujer se compone de blusa blanca bordada, un faldón negro y ceñidor en la cintura que se adorna con bordados de cruz y chaquira, complementándose con el tradicional rebozo.
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De esta manera, la mayordomía se otorga cada año a cada uno de los nueve barrios que conforman el municipio, quienes organizan dos comisiones, que literalmente compiten por celebrar los mejores eventos en honor de su santo patrón.
Ese día, cada contingente va acompañado por su reina y princesas, distinción que corresponde a las mujeres que encabezan las comisiones. Alrededor de la medianoche comienza la procesión en la llamada “Noche de San Juan”, con un recorrido de unos cinco kilómetros, donde se muestra todo el esplendor de la cultura y tradiciones del último bastión de la cultura yuhmu del altiplano tlaxcalteca.
En cada paso hay una alfombra de aserrín multicolor con flores y semillas, entre otros elementos, que dan un toque distintivo a la peregrinación visitada por el turismo religioso estatal y nacional.
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Para la celebración del próximo 24 de junio de 2025, corresponde al barrio de la Resurrección organizar los festejos, que previo a esa fecha, cada día 24 del mes organizan la tradicional matuma, el mole del pueblo otomí, acompañado por tamales tontos y atole agrio, en la casa de los mayordomos.
Por su arquitectura única y orgulloso pasado indígena, el misticismo y sincretismo de San Juan Ixtenco es símbolo de identidad tlaxcalteca. La oportunidad de visitar este Pueblo Mágico y su templo también implica reconocer su basta historia.
- 1731 comenzó la construcción de la nave mayor de la iglesia de Ixtenco y según datos de Mateo Cajero, en su libro “Historia de los otomíes”, terminó de construirse en 1903.
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- La parroquia de San Juan Bautista fue el cuarto templo que se construyó en Ixtenco, aunque se edificó anexo al primero y cubrió su fachada original.
- El primer templo en Ixtenco comenzó a edificarse en 1555, lo que hoy se conoce como capilla de la Preciosa Sangre de Cristo.
