Los hijos de padres migrantes suelen ser vistos por estos como una figura ambivalente, es decir, que se mantienen entre amor y odio y la postura de “te quiero porque me sigues manteniendo y me das para sobrevivir, pero te odio porque no estás cumpliendo la fase afectiva”, afirmó la directora de atención psicológica de la Clínica de Bienestar universitario de la Universidad Autónoma de Tlaxcala, Cecilia López Pozos.
Lo anterior, indicó, de acuerdo con un estudio realizado en 2008 en municipios del sur del estado a menores que sus padres tuvieron que ir a otros países en busca de una mejor condición de vida para ellos y sus familias.
A propósito de la celebración del Día del Niño este 30 de abril, explicó con base en los test que les practicaron a los infantes, estos arrojaron que no ven al padre como una figura representativa ni simbólica y, aunque algunos tienen claro el hecho de la migración, otros no, y se quedan con la fantasía del abandono, de ahí que cuando permanecen mucho tiempo sin la figura paterna desarrollan ese afecto ambivalente.
“Los migrantes que se han quedado en su casa sin padre, desde los años 60, específico en la Magdalena Tlaltelulco, tienen una condición de cómo en los dibujos que ellos realizaron de la familia no está el padre como una figura representativa ni simbólica”, lamentó.
Asimismo, manifestó que los infantes refieren que los padres, como adultos, nunca les han planteado el por qué migran, pues mientras algunos lo tiene claro, otros no y se quedan con la fantasía del abandono.
Eso sí, reconoció que particularmente la cultura tlaxcalteca cuentan con lo que se conoce como figuras reparadoras, es decir, que absorben el rol del padre, como pueden abuelos, tíos o hermanos, aspecto esencial que no tienen las familias o niños migrantes centroamericanos, lo que favorece a tener una buena identidad masculina.
Por otro lado, resaltó que en este tiempo de ausencia del progenitor, los niños regularmente permanecen más anclados a las figuras maternas, aunque al regresar el padre, que suele ser por temporadas o definitivamente, el planteamiento que se tiene es que la reintegración familiar es un desorden.
Aunado a lo anterior, la también psicóloga de profesión e investigadora, subrayó que esa ausencia también es resentida por la madre, esto porque después de varios años que la esposa ha vivido sin marido se desacomoda e, incluso, es quien no permite la entrada del papá al hogar porque perdería el control de autoridad y las ganancias secundarias de ser la madre.
“Este abandono pareciera ser que los padres que migran son los grande héroes, porque permanecen en la soledad y otros deben vivir en pareja por necesidad para costear la vida en ese país, máxime al ser indocumentados”, puntualizó.
Por todo lo anterior, afirmó que los niños que pasan por este tipo de desapego, deben recibir apoyo psicológico, y en general toda la familia, para poder sobreponerse a esa problemática, la cual continúa en aumento e, incluso, se le suman nuevas comunidades.
- La pandemia no disminuyó la migración pues surgieron nuevas comunidades, así lo evidenciaron los resultados del estudio.
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