Antes de convertirse en el escenario de sol, arena y muerte, una parte de lo que hoy es la plaza de toros Jorge “El Ranchero” Aguilar, ubicada en el municipio de Tlaxcala, atestiguó la primera misa católica oficiada en América hace unos 500 años.
De acuerdo con Carolina Figueroa Torres, cronista de la ciudad de Tlaxcala, el espacio donde fue construido ese inmueble ha tenido diversos usos, algunos de ellos relacionados con el catolicismo al estar ubicado junto al Conjunto Conventual Franciscano y Catedralicio de Nuestra Señora de la Asunción.
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En entrevista con El Sol de Tlaxcala, la cronista contó cómo la orden de Los Franciscanos la emplearon como un espacio litúrgico, de acuerdo con los escritos de Diego Muñoz Camargo que lo describe como un lugar diseñado para ser uno de los primeros de Tlaxcala.
Detalló que ese espacio -en sus procesos de construcción y culturales- fue el primer atrio del exconvento de San Francisco, más antiguo incluso que el atrio alto de la catedral de Nuestra Señora de la Asunción.
Indicó que los franciscanos le dieron dos usos. Uno fue para reunir a la gente oriunda de los Cuatro Señoríos, que llegaban a ese lugar en donde fueron celebrados los primeros sacramentos como bodas y bautizos y, desde luego, las primeras sesiones de conversión al catolicismo.
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El segundo fue para ser un sitio donde por primera vez fue cantada una misa en lo que ahora es América, según datos del historiador Diego Muñoz Camargo, cuyo legado dice que ahí, en 1536, cuando todavía no se construía la parte de este sitio, a Tlaxcala arribó un importante personaje: Bartolomé de las Casas.
Aclaró que aunque ya había habido procesos y demostraciones litúrgicas en sitios como Tizatlán, no había sido así con una misa cantada en latín, con todo el ritual y formalidad de un acto litúrgico. Pasaron muchos años para que este espacio volviera a tener una gran significación para Tlaxcala, y fue hasta que la comunidad decidió que este atrio -que antes estaba poblado de árboles y por eso antes se le llamó la antigua alameda, porque tenía un gran bosque de álamos- se podían celebrar gran parte de las fiestas de La Asunción
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Añadió que, con base en las crónicas del siglo XVI, para 1550 y 1560 ese espacio donde fue construida la plaza de toros se empieza a incluir dentro de las celebraciones de la Virgen de la Asunción con la realización de becerradas, eventos que son el antecedente inmediato a las corridas de toros. “Pasa mucho tiempo y los religiosos franciscanos deciden que esto también puede ser parte de un cementerio. Estaban enterrados aquí personajes principales, lo que en este momento sería el cementerio de los distinguidos tlaxcaltecas”, contó.
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Abundó que con la llegada de los primeros ejemplares de los toros de lidia, al paso de los años y por la fuerza de la costumbre se volvió en un escenario natural de la fiesta brava para los tlaxcaltecas.
En 1910, según registro fotográfico, se le observa como una plaza armada, provisional, que funciona de vez en cuando conforme la fiesta taurina, y en 1940 por iniciativa del gobernador Mauro Angulo y después de Rafael Ávila Bretón la plaza se convierte ya con la arcada y el trabajo de mampostería que actualmente vemos, dijo.
En noviembre de 1945 esa plaza fue remozada y reinaugurada, durante la administración estatal de Rafael Ávila Bretón.
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