El potencial riesgo de contagio y el elevado número de decesos por Covid-19 ha generado que pobladores de Contla de Juan Cuamatzi sepulten a sus seres queridos no solo de día, sino ahora también de noche y hasta de madrugada.
La indicación del sector salud de inhumarlos o incinerarlos lo más pronto posible, ha traído como consecuencia que en este municipio tlaxcalteca poco a poco se pierda la tradición de hacerles una misa o al menos un rosario.
Uno de los casos más recientes es el de Carlos N., de 46 años de edad, vecino de la Sección Primera y empleado por alrededor de dos décadas de la empresa textil Providencia, en la que varios años se desempeñó como representante sindical de sus compañeros.
Al contraer Covid-19 y someterse al debido tratamiento, el obrero perdió la vida y pese a ser un destacado ciudadano de su natal Contla, no fue despedido como en otros tiempos se hubiera imaginado, dejando en la orfandad a dos jóvenes varones.
Casos como el de Carlos N. se repiten cotidianamente en esta demarcación en la que los velorios han quedado atrás o, si se celebran, solo los seres queridos más cercanos asisten, pero con el riesgo de resultar contagiados.
No poder despedir como se debe a nuestros difuntos nos provoca un doble dolor, primero al perderlos por esta terrible pandemia y segundo, por la forma tan fea en que son despedidos, sin el ritual ni los honores correspondientes.
En Contla, demarcación que cuenta con comunidades asentadas en las faldas de la Malinche en la que la lengua nahuatl pervive, las costumbres hacia los muertos son ancestrales.
Aquí, desde la llegada del cuerpo a un domicilio inician los rituales, los cuales en su gran mayoría están expuestos por dos días para recibir el pésame de familiares, amigos y conocidos, para luego proceder con las exequias e inhumación.
Tras el sepelio vienen los rosarios de los 9 días que terminan con la llamada “levantada de la Cruz” en un prolongado rosario, una nueva misa y una ceremonia en el panteón.
Sin embargo, el virus SARS-CoV-2, que provoca la Covid-19, ha obligado a los fervientes católicos a prácticamente a deshacerse de los cadáveres de sus familiares sin una despedida digna y, en la gran mayoría de casos, sin volver a ver el rostro de sus seres queridos, pues del hospital pasan por la funeraria para su preparación y son dirigidos directamente al panteón, todo ello con apenas una diferencia ya no de días, sino de unas horas.
En el caso de Carlos N., solo lo acompañaron su viuda esposa, sus dos hijos y familiares más cercanos que, con cubrebocas y guantes de latex, cargaron el ataúd sellado en plástico.
Los enormes adornos florales y la música de mariachi tampoco forman parte del ritual de sepultura.
PANTEÓN LLEGA A SU TOPE
Una cruda realidad que vive Contla de Juan Cuamatzi, al igual que otras poblaciones tlaxcaltecas, es que la pandemia no solo ha terminado con la vida de personas adultas mayores o enfermos crónicos, sino también de varios jóvenes que se consideraba estaban sanos.
A ello se agrega que el Panteón Municipal “La Soledad” ya llegó a su tope ante el elevado número de decesos y es así que varias tumbas han tenido que ser subutilizadas al desenterrar a familiares para inhumar nuevos cuerpos, sacando los sepultureros huesos y pedazos de prendas de vestir que posteriormente son introducidas en una pequeña y de nuevo introducidas al mismo sitio.
- Aunque la sana distancia se cuida en las calles, al llegar al panteón se rompe completamente por los familiares que se abrazan o por los sepultureros que se unen en cuadrillas de 10 o 20 personas para rascar las fosas.
No poder despedir como se debe a nuestros difuntos nos provoca un doble dolor, primero al perderlos por esta terrible pandemia y segundo, por la forma tan fea en que son despedidos, sin el ritual ni los honores correspondientes
Juan N. / Vecino de Contla
- Con información de Everardo Nava | El Sol de Tlaxcala
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