Para los españoles, la conquista de México fue, en los hechos, una continuación de la reconquista. Cortés derriba ídolos, pone en su lugar imágenes de nuestra señora y ya en Tenochtitlan, antes de iniciar los combates sus soldados oían misa.
Desde su salida de Cuba, Cortés se hizo acompañar por fray Bartolomé de Olmedo como capellán de su ejército, y del clérigo secular, licenciado Juan Díaz, quien también había participado en la expedición de Juan de Grijalva. Después, por propia iniciativa, llegaron el mercedario fray Juan de Varilla y los franciscanos fray Pedro Melgarejo y fray Diego Altamirano (éste primo de Cortés). Todos ellos actuaron como clérigos castrenses y auxiliares de los conquistadores.
Los primeros evangelizadores llegaron a Veracruz el 13 de agosto de 1523. Eran los franciscanos flamencos Johann van der Auwera, Johan Dekkers y Peter van der Moere (o de Moor) nombres que, castellanizados, quedaron en fray Juan de Ahora, fray Juan de Tecto y fray Pedro de Gante, respectivamente.
Los dos primeros participaron en la expedición a Las Hibueras y allá murieron. Fray Pedro aprendió el náhuatl y en Tlaxcala, México y Texcoco se empeñó en la evangelización de los naturales y en la enseñanza de artes y oficios. En México, junto al convento de San Francisco, fundó un colegio del que salieron los primeros maestros indígenas en carpintería, herrería y hasta en pintura y escultura.
Mi ilustre paisano, don Artemio de Valle Arizpe llamó a este grupo de avanzada “los lirios de Flandes”.
Fray Pedro de Gante pasa a la historia por ser quien, además de su labor evangelizadora incorpora a los naturales a diversas artes y oficios partiendo de sus propias tradiciones. Mediante la enseñanza de artes manuales abre las puertas a la sociedad indígena no sólo a las artesanías que aún vemos en muchos pueblos, sino a la libertad de trabajo luchando por desterrar la ignominia de la servidumbre.
En 1524 llega el grupo de 12 franciscanos encabezados por fray Martín de Valencia, y quien se distinguió como historiador del México antiguo; fray Toribio de Benavente Motolinía. Los 12 habían hecho el viaje desde Veracruz a pie y descalzos. A su paso por Tlaxcala los naturales, al verlos tan mal vestidos y de tan mal aspecto se refirieron a ellos como motolinía, término náhuatl equivalente a pobre, humilde o afligido. Y en esas condiciones fueron recibidos en la antigua Tenochtitlan, con gran pompa y respeto por Cortés, quien estuvo acompañado de sus capitanes y de Cuauhtémoc, con una reverencia que impresionó a los indios. Con su llegada comenzaba la evangelización sujeta a orden y método. Se empiezan a delimitar las diócesis y las jurisdicciones parroquiales.
Fray Martín de Valencia permaneció diez años en la Nueva España; entre 1527 y 1530 estuvo al frente del convento de Tlaxcala donde se dedicó intensamente al apostolado incluso catequizando niños, y más tarde se retiró a Tlalmanalco.
Luego llegarían Alonso de Molina, Andrés de Olmos, Bernardino de Sahagún, Maturino Gilberti y Gerónimo de Mendieta; sus conventos e iglesias comprendieron Hidalgo, Querétaro y Guanajuato; Oaxaca y Yucatán; Michoacán y Jalisco y hasta Zacatecas y Durango.
Los dominicos, llegados en 1526, se concentran en Oaxaca; edifican conventos en Puebla, en el Valle de México y en Chiapas; los agustinos se asientan desde 1533 en territorio de otomíes y huastecos; en Hidalgo, Veracruz y el norte de Michoacán.
Entre 1569 y 1574 había unas 274 fundaciones de mendicantes (que vivían únicamente de las limosnas de sus fieles): 138 franciscanas, 85 agustinas y 50 dominicas; se contaban en la Nueva España 380 franciscanos, 212 agustinos y 210 dominicos, un total de 802 monjes que habitaban 273 conventos.
Al introducirse la imprenta en México hacia 1539, buena parte de su producción fue de vocabularios, gramática, catecismos, semanarios y manuales en lengua náhuatl, por ser la más extendida en más de 13 etnias distintas.
El historiador José Luis Martínez, autor de la obra más completa sobre la vida, las acciones de guerra y el papel de Hernán Cortes en la expansión del imperio de Carlos V, afirma que la acción evangelizadora no detuvo la devastación ni el etnocidio que, en sus personas, propiedades, costumbres y formas de organización, sufrieron los naturales. Los frailes sólo hicieron, aparte de su sagrado ministerio, lo que se podía.
Fray Pedro de Gante pasa a la historia por ser quien, además de su labor evangelizadora incorpora a los naturales a diversas artes y oficios partiendo de sus propias tradiciones. Mediante la enseñanza de artes manuales abre las puertas a la sociedad indígena no sólo a las artesanías que aún vemos en muchos pueblos, sino a la libertad de trabajo luchando por desterrar la ignominia de la servidumbre.