Para visitar a la Virgen de Guadalupe en la Ciudad de México, Ernesto Conde Lira, oriundo de San José Aztatla, municipio de Contla de Juan Cuamatzi, caminará por cuatro días, unos 180 kilómetros.
Sobre sus hombros carga una imagen en bulto de La Guadalupana, de unos 15 kilogramos de peso. Y no solo eso, durante ese tiempo, casi 100 horas de viaje, unos 180 mil pasos, ayuna, solo se hidrata con agua. Voy a visitar a mi Santa Madre para cantarle las “Mañanitas”, ni voy a rogarle ni a pedirle, solo a su fiesta, expresó.
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De raíces indígenas, el hombre de tez morena tiene tatuado en su espalda el manto sagrado de la Virgen de Guadalupe y en sus brazos el rostro de Cristo Rey. Hace 16 años, cuando tenía 20, comenzó el peregrinar de este guadalupano dedicado a la construcción; cumplirá la catorceava visita al cerro del Tepeyac el 12 de diciembre.
Contó que el ocho de diciembre de 2006, conoció a Rogelio, un peregrino de San Pablo Xochimehuacan, Puebla, con quien compartió momentos de oración y viaje. Sin embargo, rememoró que en la autopista Puebla-México, durante el camino, sufrió un accidente que le provocó la pérdida parcial de la vista del ojo izquierdo y sordera.
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Ya no pude llegar hasta la Villita, me llevaron al hospital y luego, mis padres fueron por mí, al año siguiente cumplí la misión de estar con ella y desde entonces, no falló a su fiesta, solo por la pandemia, explicó a este Diario.
SOBRE SU ESPALDA CARGA LA PESADA IMAGEN
En las primeras horas del ocho de diciembre, Valentín Cuamatzi acomodó a la espalda de Ernesto la pesada imagen de la Virgen.
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Juntos comenzaron el peregrinar desde las faldas de la montaña la Malinche en Tlaxcala hasta el cerro del Tepeyac, en la Ciudad de México, un trayecto que inició el jueves y concluirá el próximo lunes.
La helada registrada en ese momento por el frente frío número 14, poco importó a ambos peregrinos que empezaron a descender la montaña.
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