En las últimas décadas, México ha registrado un incremento en los delitos sexuales, uno de los cuales, el más aterrador, es el perpetrado por los violadores seriales. Los psicólogos consideran que éste es un paso previo a convertirse en asesino serial, pero rechazan la castración como solución.
Recientemente, a finales de octubre, fue capturado el apodado Violador de Coyoacán, quien operaba en dicha delegación y hasta ahora suma ocho denuncias por las que alcanzaría hasta 20 años de prisión.
Este tipo de delincuentes se presentan en la mayoría de los estados de la República y en la Ciudad de México, y su combate no cesa, ya ha habido detenidos por este delito en prácticamente todo el país.
Se considera como un “violador serial” a partir de una tercera víctima. En México, Gerardo Delgado Espinoza alias El Geras, el violador del Metro, quizás sea el que cometió el mayor número de estos delitos. Abusó de 76 mujeres, entre 2003 y 2006. Las interceptaba en las estaciones del transporte colectivo Consulado, Potrero, Pantitlán, Deportivo 18 de Marzo, Oceanía, Zaragoza, Moctezuma, Potrero, Villa de Aragón y Acatitla. Tenía 33 años cuando lo capturaron. Tras las denuncias y el juicio, purga 278 años de prisión en un penal de la Ciudad de México. Sin embargo, los especialistas han considerado que este delito prácticamente no se denunciaba en el país, situación que empieza a modificarse… no lo suficiente.
NO A LA CASTRACIÓN
De acuerdo con las conclusiones presentadas en Criminología Sexual, de los investigadores en criminología de la Universidad Autónoma de Puebla, Erick Gómez Tagle López y Estefany Juárez Ríos, “no debemos caer en el cliché de considerar a los delincuentes sexuales como degenerados imposibles de ser tratados, cuya única solución es la castración, sea esta física o química (uso de fármacos antiandrógenos que contrarrestan la influencia de las hormonas gonadales sobre la motivación sexual)”.
“Por tanto, aunque el riesgo que implica el tratamiento por el impacto social de sus crímenes sea alto, tenemos que ser conscientes de que gozan de los mismos derechos y medidas de reinserción que el resto de la población reclusa. Asimismo, encaminemos nuestros esfuerzos a la investigación de formas de intervención que posibiliten la rehabilitación del agresor y garanticen la no reincidencia.
“Pero ante todo debemos considerar que el mayor peligro social acerca de la sexualidad es saber poco, o tener información incierta; de ahí la importancia de educarnos correctamente desde temprana edad. Recordar que la mayoría de las personas ha participado en juegos de exploración de la sexualidad, sin que ello signifique vicio alguno. Que en caso de sospecharse o comprobarse una situación de acoso, abuso o agresión sexual debemos actuar de inmediato, con cuidado y bajo consejería de un profesional, pues muchas veces resulta más traumática la reacción que la experiencia misma, sobre todo cuando la víctima es menor de edad o no tiene la capacidad de comprender el significado del hecho”.
Y también:
“La criminología debe estar atenta a las distintas formas de delincuencia, las cuales se reinventan continuamente por el uso de nuevas drogas, tecnologías, dinámicas sociales y formas de pensar. Conocedores de la complejidad de nuestros objetos de estudio, propongamos soluciones innovadoras, factibles, respetuosas de los derechos humanos. Las investigaciones sobre las causas, tipologías e implicaciones psicológicas, sociales y biológicas de los delitos sexuales están en marcha, pero los resultados aún no son contundentes, por lo cual se requiere especializarnos para dar explicaciones más profundas e integrales, así como efectivas propuestas de prevención, atención y reducción, garantes de las libertades sexuales, pero más todavía de los derechos de las víctimas”.
BOMBAS DE TIEMPO
Sin embargo, existen especialistas que consideran que el problema de los violadores no es sexual, sino mental. Que padecen un trastorno de la personalidad y que mediante la violación obtienen poder sobre la víctima, pero no placer sexual, sino dominio y sometimiento del otro. Hay un déficit en su estructura psíquica, aseguran,
De acuerdo con esta teoría, tales sujetos “no han interiorizado la ley que nos han enseñado, considerando al otro no como una persona, como un sujeto, sino como un objeto en donde satisface sus necesidades, tratándose de un acto compulsivo. Mostrando conductas antisociales ligadas a la vez a otras conductas antisociales como robo y violencia, comenzando al final de la adolescencia”.
Tales comportamientos antisociales, señalan “están ligados con la infancia: puede ser que el sujeto haya vivido marginación en su infancia, por eso manifiesta conductas antisociales o siendo que puede padecer, además, de esto, una estructura de personalidad psicótica o perversa”.
Su relación con el mundo exterior, agregan, está marcada “por considerar al otro como como objeto de satisfacción, aparentando en su vida “normalidad”. Si se tratara de un sujeto sicópata no muy rígido de mente, pero con estructura neurótica, sería susceptible de tratamiento sicológico que pudiera mejorar su caracteropatía. Si la base estructural es perversa o psicótica, ellos no quieren tratamiento ya que no consideran que hayan hecho algo para merecer un tratamiento, la solución no sería la cárcel ya que ella no corrige, si bien en la cárcel están contenidos y bien integrados al punto de que se los consideran de buena conducta, pero al salir, como la norma no está interiorizada, vuelven a cometer sus mismos actos, al faltarle la norma que la institución les imponía”.
Explica Robert Ressler, fundador de la Unidad de Ciencias del Comportamiento del FBI, que los actos violentos hacia los animales han demostrado no ser únicamente reflejo de una psicopatía exclusiva hacia estos seres.
“Un asesino comienza matando y torturando animales cuando es menor de edad”, dice quien desarrolló algunos de los perfiles de asesinos en serie para el FBI.
Los estudios realizados han convencido a los sociólogos, legisladores y a las cortes de que los actos de crueldad hacia los animales merecen su atención. Estos pueden ser la primera alerta de una patología violenta que incluirá víctimas humanas.
El FBI determinó pues que, el maltrato a los animales es una característica común en violadores y asesinos y los procedimientos de diagnóstico y tratamiento de psiquiatría enlistan esta práctica dentro de desórdenes de la conducta.
Precisa que un examen practicado a pacientes psiquiátricos que repetidamente habían torturado a perros y gatos mostró como resultado que todos ellos eran agresivos hacia los seres humanos. Para los investigadores, el gusto por la crueldad hacia los animales es una alarma que los pone sobre aviso ante posibles violadores y asesinos en serie. “Estos son los niños a los que nunca les enseñaron que no es correcto picar los ojos de un cachorro” puntualiza.
La advertencia es acerca de que los padres, maestros y comunidades que no dan importancia al abuso animal y que lo califican como un “crimen menor”, en realidad no están conscientes de que es una bomba de tiempo.