Y las pirámides siguen ahí. Resistieron el terremoto más intenso del que se tenga conocimiento, el de 1787, de 8.6 y… los subsecuentes. Y la Torre Latinoamericana, que ha soportado 66 sismos mayores a magnitud 7 desde su inauguración en 1956, continúa como símbolo de la ingeniería mexicana.
Hoy también se reconoce a los 47 edificios más altos de la Ciudad de México y su zona conurbada -de más de 28 pisos y hasta 69- porque se levantaron sobre estrictas normas antisísmicas. Pareciera que no fue así, con las 37 construcciones colapsadas en la Ciudad de México, debido al terremoto de 7.1 en la escala de Ritcher del pasado 19 de septiembre y que presentaban una altura media.
Los inmuebles más elevados, edificados entre 1977 y 2017, el más alto de 246. 4 metros y el menor de 120 metros, resistieron el impacto de las ondas procedentes del epicentro en Puebla y Morelos y si bien algunos resultaron con afectaciones superficiales no las tuvieron estructurales.
Fueron edificados de acuerdo a las normas antisísmicas mexicanas y de otras partes del mundo.
LA LATINO
Entre dichos inmuebles están: Torre Reforma, Torre BBVA Bancomer, Torre Mayor, Torre Ejecutiva Pemex, Torre Altus, World Trade Center, Torre Reforma Latino, Península Tower, Siroco, Elites Residences, Torre Punta Reforma, Torres Arcos Bosques I y II y Torre Diana.
Decía Heberto Castillo (el hombre de la tridilosa y constructor, entre otros ingenieros, de la Latinoamericana) en una conferencia pronunciada en la UNAM:
“En 1949, 50, se comenzó a construir la Torre Latinoamericana y era un edificio en el cual ya se estaba tomando en cuenta lo que ahora en la mayoría de los edificios se hace, los famosos modos de vibración, donde creo, radique el problema central que ahora tenemos en nuestra ciudad”.
La Latinoamericana fue levantada en el predio en el cual estuvo el zoológico de un tlatoani: Moctezuma y que después durante la colonia se estableció el antiguo Convento de San Francisco.
Aseguran que para la cimentación de la torre “se hincaron 361 pilotes de concreto de punta a 34 metros de profundidad hasta la capa resistente del subsuelo (no hay que olvidar que esa zona originalmente era un lago y hoy el fenómeno que se produce con los sismos es conocido como “efecto Ciudad de México”) y una losa de cimentación a manera de cajón que además sirve para empotrar la torre a una profundidad de 13.50m”.
Además: “para soportar un peso total del edificio de 25 mil toneladas, se construyó una estructura rígida de acero, que da forma a 3 sótanos y a 44 pisos que se elevan a 139 metros, más una antena de 42 metros, totalizando así 181.33 metros sobre el nivel de
la calle”.
Hoy, se calcula que fueron unas cuarenta edificaciones las colapsadas y se desconoce todavía la cifra de las que deberán ser demolidas. Como se le vea, las cifras no serán iguales a las del terremoto de 1985, cuando los resultados arrojaron 5 mil 728 inmuebles derruidos o severamente afectados (840 comerciales, 704 educativos, 345 oficinas, 41 hospitales, 33 recreativos y 19 industriales); 30 mil viviendas totalmente destruidas y 60 mil más con daños severos.
Desde 2010 se hablaba de la necesidad de demoler más de 150 edificaciones que presentan peligro estructural. El programa no se cumplió a cabalidad.
REGLAMENTO DE CONSTRUCCIÓN
En 2013 el doctor en ingeniería y maestro emérito de la UNAM Roberto Meli Piralla, advirtió que, si bien habían registrado avances en el conocimiento de la ingeniería sísmica y se habían desarrollado diversas mejoras técnicas en materia de construcción para mitigar el riesgo ante los sismos, no han permeado de manera suficiente y en consecuencia no se observa mayor seguridad en las construcciones.
Ahí varios panelistas expertos en la materia, hicieron referencia brevemente a la modificación que se realizaba en aquellos momentos a la norma técnica complementaria de diseño sísmico del Reglamento de Construcción del Distrito Federal, en el cual se incrementan significativamente los coeficientes sísmicos de diseño.
Meli Piralla precisó: “Las prácticas inadecuadas más comunes en la construcción de estructuras bajo el diseño sísmico son: el uso de sistemas estructurales poco robustos, estructuraciones muy irregulares, un escaso control de calidad de los materiales y de la ejecución de la obra por parte de la autoridad, propietarios y de los constructores mismos”.
También se aludió (de acuerdo a las Memorias 2013 del Colegio de Ingenieros de México A.C.) a que los resultados de algunos estudios realizados en la Universidad Autónoma Metropolitana y el Instituto de Ingeniería de la UNAM, indicaban “que existe un elevado porcentaje de construcciones que no cumple cabalmente con los requisitos normativos”
Además, se mencionó que “existen pocos ingenieros que trabajan como corresponsables de seguridad estructural, por considerarse un trabajo poco interesante y poco
remunerado”.
Por cierto, el Cenapred ha insistido desde su creación en 1988, en que las viviendas que se ha visto sufren mayor daño ante la acción de un sismo son las que no cuentan con elementos estructurales adecuados para resistir las fuerzas laterales, como las que produce este fenómeno. Dos ejemplos de este tipo de construcciones lo conforman las viviendas de adobe y las de mampostería simple, las cuales se suelen construir sin elementos que confinen a los muros (como castillos y dalas).
Sin embargo, construcciones con mampostería confinada o reforzada también pueden ser vulnerables si no se cuenta con la cantidad necesaria de muros distribuidos uniformemente en dos direcciones perpendiculares (es decir, a lo largo y ancho de la casa). Mientras más niveles tenga la construcción más vulnerable será, dice.
Por supuesto el peligro de daños por sismos es mayor si la construcción se ubica en una zona del país de mayor intensidad sísmica, advierte.