Luces, cámaras, acción... y un fallo técnico. Así comenzó hoy la insólita llamada telefónica entre Donald Trump y Enrique Peña Nieto, que tras meses de roces en sus contactos privados, decidieron hacer pública su última conversación y se atrevieron, incluso, a prometerse abrazos y brindis con tequila.
"Creo que tenemos al presidente en el teléfono. ¿Enrique?", preguntó Trump con la vista fija en el aparato que se encuentra sobre su escritorio del Despacho Oval, con una veintena de cámaras, fotógrafos y periodistas observándole. El mandatario se impacientó, tocó un botón del teléfono y pidió a su equipo que conectara la llamada. Visiblemente incómodo, recorrió la sala con la vista y preguntó a uno de los asistentes cómo estaba.
En la otra punta de la célebre oficina, un asistente trataba frenéticamente de traspasar la llamada desde un segundo teléfono, mientras el jefe de gabinete de la Casa Blanca, John Kelly, intentaba apaciguar a Trump con un "ya llega, señor", según presenció Efe. "Presidente Trump, ¿cómo está? Buenos días", afirmó finalmente Peña Nieto desde el altavoz del aparato principal, cuando el acalorado asistente logró finalmente conectar la llamada, no sin antes encajar un cortante "sea útil" que le dirigió el mandatario.
Los siguientes veinte minutos de conversación en público marcaron un notable contraste con la tensión y la opacidad que han caracterizado la relación entre Trump y Peña Nieto durante el último año y medio, y supusieron una muestra más del gusto del mandatario estadounidense por la política del espectáculo televisivo.
Este era, al fin y al cabo, su primer contacto conocido desde su tensa llamada telefónica de febrero, que llevó a Peña Nieto a cancelar una prevista visita a Washington después de que Trump se negara a afirmar públicamente que México no financiaría el polémico proyecto estadounidense de construir un muro en la frontera común. Esta vez, Trump y Peña Nieto esquivaron el espinoso asunto del muro y se regodearon en la sensación de victoria que les producía el recién alcanzado acuerdo de principios entre Estados Unidos y México para remodelar sus relaciones comerciales, que podría poner fin al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
"Tengo un enorme reconocimiento a su Gobierno, a su voluntad política personal", le dijo Peña Nieto a Trump, quien llamó al presidente mexicano su "amigo" y "alguien que ha sido muy especial en muchos sentidos". Trump hizo una mueca, sin embargo, cuando Peña Nieto se refirió al pacto recién alcanzado como un "entendimiento" sobre "el acuerdo del TLCAN".
Minutos antes, cuando aún no había comenzado la llamada, Trump había declarado ante la prensa que llamaría al pacto "el acuerdo comercial entre Estados Unidos y México", porque era mejor "deshacerse del nombre TLCAN". Pese al tono amable del intercambio, Peña Nieto insistió en reiterar su deseo de que "la parte (de la negociación comercial) con Canadá se pueda concretar", y Trump mencionó que México "va a ayudar (a EE.UU.) en la frontera", sin aclarar si en el nuevo acuerdo había algún contenido relacionado con la inmigración o la seguridad.
Hacia el final de la llamada, Peña Nieto confió en tener "tiempo para firmar" el nuevo pacto antes de dejar el poder en diciembre, y propuso "hacer un buen brindis con tequila para celebrar este entendimiento", mientras que Trump describió el posible acto de rúbrica como "una ceremonia muy formal". El líder mexicano se despidió con un "abrazo muy afectuoso", y Trump respondió: "Sería muy agradable recibir un abrazo suyo". La perspectiva de ese abrazo debió dejarle algo desconcertado, porque, nada más colgar, Trump afirmó: "Bien, pues hemos llegado a un acuerdo con Canadá". Un periodista tuvo que recordarle que se refería a México