Erradicar la violencia de género es un tema en el que México, al igual que muchos países en Latinoamérica y el mundo, tienen un largo camino por recorrer.
De acuerdo con cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNEP), hasta octubre de 2021 se recibieron 241 mil 491 llamadas de emergencia relacionadas con incidentes de violencia contra la mujer.
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En el mismo sentido, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública 2021, realizada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), durante este año el 20% de las mujeres dijeron sentirse inseguras en su casa.
Considerando que el índice de relaciones heterosexuales en el país es dominante, la probabilidad de que la violencia sea ejercida por un hombre es sumamente alta.
Derivado de lo anterior, es sumamente importante atender las causas que llevan a que un hombre ejerza violencia contra una mujer.
¿Muy machos? La peligrosa idea arraigada en México
En el país está muy arraigada la creencia de que el hombre “debe ser un macho”, lo que está asociado con anteponer los deseos de éste, sin importar que para complacerlos deba recurrir a la violencia.
Por esto, desde hace tiempo se promueve el desarrollo de masculinidades alternativas, que no sigan los patrones machistas que conducen a comportamientos violentos. Al respecto, el trabajo que realizan algunas asociaciones para concientizar a los hombres sobre este tipo de conductas contribuye a combatir los estragos que dejan en las mujeres.
El Sol de México tuvo la oportunidad de conversar con Mauro Vargas, director general de GENDES A.C, una asociación civil que trabaja con hombres para el desarrollo de masculinidades alternativas que promuevan y fortalezcan relaciones igualitarias.
¿Qué son las masculinidades y cómo afectan la vida de los hombres?
Maura Vargas apuntó que las masculinidades hacen referencia a los procesos que dan lugar a las diferentes maneras de ser hombre. “Biológicamente llegamos al mundo con cierto cuerpo, pero socialmente vamos asimilando el tipo de hombre que decidimos ser”, agregó.
Sin embargo, Vargas comenta que en la mayoría de los casos no somos conscientes de que “ser hombre” se trata de un proceso por el cual aprendemos a ser, y que éste engloba una serie de factores.
“Esto va a jugar con el concepto de interseccionalidad, que da cuenta de los factores que influyen en lo que es ser hombre: en qué momento nací, el tipo de familia de donde provengo, del lugar donde me desarrollo y los aspectos culturales del entorno”, detalló.
“Eso te permite darte cuenta de que no es lo mismo ser un hombre que nació y creció en la Ciudad de México que uno que lo hizo en la sierra de Chihuahua, o en Chiapas, o en la costa de Colima o Baja California”.
Masculinidad dominante o hegemónica
El director de GENDES explica que dentro de la teoría sobre las masculinidades existe el término de masculinidad hegemónica, que se refiere al paradigma que define la forma de ser hombre.
“Puede ser el hombre blanco, con ciertos rasgos, poder económico, generalmente heterosexual, que va marcando el ideal de lo que se aspira a ser”, agregó.
Sin embargo, señala que esta figura hegemónica cambia dependiendo del contexto. En el caso de México y el resto de Latinoamérica, se establece una nueva jerarquía, donde, a pesar de no cumplir los factores raciales del ideal (el color de piel y cierto tipo de rasgos), el poder, económico o de otro tipo, apuntala lo que es ser hombre.
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“Cuando uno ya se detiene a pensar lo que somos como sujetos sociales, nos damos cuenta de que hay tantas formas de ser hombre como cada persona”, anotó Vargas.
En México, la masculinidad hegemónica es machista, es la que sigue dominando en la mentalidad de muchas personas, señala.
“Dependiendo del hombre que yo decida ser, esto va a impactar en mi entorno. Si yo decido quedarme de manera apática en la definición de ser un hombre machista, voy a ser un hombre que somete a las mujeres, que se vale de ellas”, explica
"Desde ahí se configura la idea de que por ser hombre soy superior a las mujeres"
Mauro Vargas agrega que desde el machismo se asume una actitud depredadora en todos los aspectos, con tal de ganar, de tener, no hay preocupación por la explotación con tal de obtener un beneficio. Asimismo, agrega que este aspecto se encuentra estrechamente relacionado con medios de producción y sistemas políticos que se muestran indolentes ante estas conductas.
“El otro gran rasgo del machismo es que es violento”, apunta.
“Si soy una persona que decide vivir bajo estos preceptos, por supuesto que voy a ser un factor de riesgo donde quiera que me coloque”.
Por otro lado, contrasta Vargas, una persona que cuestiona esos mandatos y busca maneras distintas de ser varón y aprende a relacionarse partiendo de valores distintos –empatía, solidaridad, afecto.
“Debemos aprender a separarnos del mandato machista, porque es muy fácil ceder a la comodidad del patriarcado” advierte. “El cambio implica asumir un compromiso para compartir espacios a partir de acuerdos congruentes con la igualdad y el respeto”.
Las masculinidades frente al avance de las mujeres
El cambio siempre genera conflictos. En este sentido, las cada vez más frecuentes protestas feministas por los altos niveles de violencia, así como los movimientos que buscan mayor igualdad, generan diversas opiniones entre los hombres.
En este sentido, el director de GENDES señala que ha detectado al menos tres tipos de reacciones entre los hombres frente al avance de las mujeres.
En primer lugar están los que se enojan y responden de manera abiertamente agresiva, señalando como principal detonante del conflicto la búsqueda de las mujeres por cambiar la situación que viven.
Después están los que no deciden ponerse en marcha porque no se reconocen a sí mismos como parte de la violencia machista. “
"Cuesta mucho trabajo asumir esa parte violenta o machista; le tenemos mucho miedo a reconocer ese rasgo”, anota Mauro Vargas.
El problema con este grupo, advierte, es que al no reconocerse como un agente violento, estos hombres no participan en las acciones necesarias para modificar los patrones que sostienen las estructuras machistas.
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“Si uno hace una revisión personal de la historia de nuestra familia estas expresiones violentas no están tan lejos. […] Nos damos cuenta de que a lo mejor nuestro papá era machista, homofóbico; me puedo dar cuenta de que mi abuelita aprendió, socializó, una sumisión completa hacia los hombres”, explica Vargas.
Agrega que en muchas familias se dan situaciones como que las mujeres no permiten que los hombres realicen ciertas actividades, como cocinar o servir la comida, y esas situaciones coexisten con lógicas actuales que las contradicen.
“Pasar a estas nociones críticas/propositivas implica un gran esfuerzo”, asegura el director de GENDES.
La violencia más allá de los golpes
A pesar de que la violencia suele estar asociada con agresiones físicas, ésta sólo es la manifestación más extrema, pero existe todo un abanico de comportamientos que también son violentos.
El activista señala que la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia tipifica las formas en las que se manifiesta la violencia de género.
Entre ellas resaltan la violencia psicológica, económica y patrimonial, física, sexual, violencia cibernética –recientemente añadida–, hasta llegar al feminicidio.
“A pesar de que esto está en la ley, entre la mayoría de las personas lo que se percibe como violencia es aquello que te deja un moretón, una marca”, advierte Vargas, “y sobre todo a los hombres les cuesta mucho trabajo identificar ciertas conductas diarias que dan cuenta de lo que se ha posicionado en la teoría como machismos cotidianos (micromachismos)”.
Estos micromachismos por lo general son formas normalizadas de violencia; por ejemplo, que un hombre interrumpa la explicación de una mujer para continuarla él (mansplanig), o menospreciar la opinión de una mujer sobre temas tradicionalmente asociados con lo “masculino”, deportes o política, por mencionar algunos.
“En la vida cotidiana, en esa vida íntima, (los hombres) somos los perpetradores de muchas violencias: abusos sexuales, abusos a infancias, a mujeres, a otros hombres, por el simple hecho de tener el poder.
Mauro Vargas señala que estos comportamientos van minando el autoestima de la persona sometida y al ser tan comunes terminan por normalizarse.
A partir de estas conductas es de donde parte la noción de igualdad, apunta. “Una mujer no debería tener temor de habitar el espacio público, la calle o el transporte, pero lo tienen. Es muy raro que (un hombre) reciba miradas lascivas o comentarios sobre los atributos de su cuerpo”.
“Si no hacemos un ejercicio amplio para visibilizar estas cuestiones es muy difícil cambiarlas”, sentencia.
¿Cuál es el trabajo de GENDES sobre las masculinidades?
GENDES es un proyecto ciudadano que surge en 2003 a partir de la suma de profesionales que buscan impulsar la igualdad sustantiva desde el trabajo con hombres, explica el director de la asociación.
Agrega que la intención siempre fue generar vínculos con otros sectores para impulsar acciones a favor del cambio.
Respecto a su trabajo con los hombres que llegan con ellos, señala que se trata de una operación con varias aristas: investigación teórica, generar procesos para modificar lógicas estructurales o simbólicas (leyes), generar ideas para concientizar a integrantes de cuerpos como partidos políticos o gobiernos, publicaciones para dar herramientas a nivel social, y talleres de prevención y sensibilización con generaciones jóvenes, ya sea en escuelas o comunidades.
“Vamos a cualquier institución pública de los tres niveles de gobierno, y también con la iniciativa privada, para lograr compromisos con estos propósitos (eliminar la violencia de género), así como en instancias académicas, tanto con docentes como estudiantado”, detalla Vargas.
“Ahorita estamos haciendo un trabajo muy importante con la UNAM para replicar nuestro método en toda la universidad; estamos capacitando a hombres para trabajar con hombres, como una medida ante las situaciones que vienen sucediendo en su comunidad”.
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Como institución, nuestro propósito es lograr un mundo donde los hombres participemos de manera activa y efectiva para conseguir la igualdad
Igualmente, GENDES cuenta con un área de comunicación, desde la que se busca posicionar ciertos temas y herramientas para facilitar el conocimiento sobre el tema a la ciudadanía, buscando que cada vez más gente se incorpore en esta búsqueda.
¿Cómo define la asociación hacia dónde encaminar las masculinidades?
El director de la institución detalla que GENDES tiene como base la perspectiva de género y desde ahí enfoca el trabajo con las masculinidades; es decir, el trabajo con los hombre tiene como fin apuntalar el adelanto de las mujeres.
Asegura que este adelanto conlleva un proceso civilizatorio que los feminismos han colocado de una manera muy asertiva y constructiva, celebra Vargas.
Desde ahí analizamos lo que implica ser hombre y cómo podemos avanzar hacia formas cada vez más congruentes con la igualdad, lo cual es uno de los horizontes que buscan los feminismos, agrega.
“Para avanzar hacia la igualdad hay que eliminar brechas, erradicar violencias y formas de discriminación, y gran parte de estas conductas nocivas son ejecutadas por hombres”.
¿Cuál es el proceso que recorren los hombres en la asociación?
“En GENDES promovemos este cambio con grupos de reeducación, donde los hombres que llegan van aprendiendo a resignificarse y modelar una nueva versión de ellos”, lo que tiene un impacto en su círculo cercano: su hijo, su hermano.
El mejor hombre que puedes ser está dentro de ti mismo
Para llegar a esta versión, explica Vargas, hay que contactar con uno mismo desde una noción muy integral, particularmente en el ámbito de las emociones.
Apunta que socialmente el hombre sólo tiene permitido expresar enojo. “No puede llorar porque no es marica, no es niña”.
Esos mandatos que nos inculcan desde niños se encarnan en formas de actuar y provocan dificultad para reconocer ciertas emociones –tristeza, miedo, dolor– y las convertimos en enojo, explica.
“Si reaccionáramos desde donde realmente sentimos la emoción, la interacción sería muy diferente”.
Para apoyar en estas situaciones, la asociación implementó un programa, a partir del confinamiento por la pandemia de Covid-19, con una línea de emergencia disponible las 24 horas del día, que busca prevenir la escalada en las situaciones de violencia.
También existe una estrategia llamada “Hombres trabajándose”, donde los hombres aprenden a identificar actitudes violentas y generar acciones de buen trato. Asimismo, se realizan talleres temáticos donde se abordan las masculinidades y sus implicaciones desde diversas perspectivas.
En este sentido, GENDES busca promover espacios constructivos, respetuosos, cálidos, para que los hombres lleguen a resignificarse.
Son muy pocos los espacios de este tipo para los hombres
¿Cómo es el hombre que llega a GENDES?
Mauro Vargas señala que el promedio de los hombres que llegan con ellos tiene entre 36 y 40 años, heterosexuales, tiene o tuvo una relación de pareja, y de una u otra manera se encuentra en crisis por los resultados de su manera de comportarse.
También están aquellos que llegan porque su pareja condicionó la continuidad de la relación a que busquen ayuda, amplía.
Por último, señala que recientemente GENDES ha llegado a acuerdos con Ministerios Públicos para que canalicen a hombres que han ejercido violencia.
“Muy pocos son los que llegan de manera voluntaria, porque se han percatado por sí mismos de sus conductas nocivas y quieren cambiar”.
Detalla que alrededor del 40% de los hombres en GENDES llegan por un mandato judicial, y el resto llegan en situaciones de crisis.
Sin embargo, señala que cada vez son más hombres los que deciden continuar con el proceso. “En promedio se quedan cuatro o cinco meses mínimo, viniendo una vez por semana. Esto es bien interesante, porque tiene que ver con que es un espacio donde se aprende buen trato entre pares […] donde no se sienten amenazados ni juzgados.”
De acuerdo con el director de la institución, el estándar internacional marca que el tiempo ideal para estos procesos es de 52 sesiones; es decir, un proceso de un año.
En cada sesión se tratan diferentes situaciones dependiendo del tipo de violencia que se haya ejercido y el hombre aprende a identificar qué es la violencia, cómo detenerla y a construir pequeños planes de igualdad, que van creando un estilo de vida, explica Vargas.
“Aprendes a habitar tu cuerpo, a conocer tus emociones, a revisar tu sistema de creencias, tus códigos, que antes justificaban tu violencia”.
No obstante, señala que es más complicado cuando GENDES viaja a otros espacios para tratar temas de masculinidades, principalmente por la falta de tiempo y la complejidad del tema.
“A veces quieren decir que es una capacitación, pero el tiempo no da para eso; (una capacitación) implica procesos”.
En el mismo sentido apunta que en muchos casos hay resistencia por parte de los hombres porque no se reconocen como violentos. “Hay muchos machos progres en México”, fustiga Vargas.
“La igualdad la puedes enunciar, pero ponerla en práctica es otra cosa, y no se dan cuenta de esa contradicción entre lo que se dice y lo que se está haciendo”.
Por otro lado, según Mauro Vargas existe una mala asociación entre el reconocimiento de comportamientos violentos con un estigma. “Hay que cambiar culpa por responsabilidad”.
¿Cómo puede aportar un hombre al feminismo?
“La cuestión es sencilla: se trata de respeto, de respeto y de respaldo. También tengo que informarme y comprender. A veces hay hombres que colocan feminismo y machismo como lógicas equiparables, cuando no tienen nada que ver.
Se trata de que los hombres aprendamos empatía y desde ahí promovamos acciones congruentes con la igualdad. Empezar por escuchar […] y desde ahí construir acuerdos y soluciones. Debemos dejar de buscar protagonizar todo y establecer elementos para que las posibilidades de figurar sean compartidas”.
Todos estos aspectos nos pueden colocar como aliados de las causas feministas, considera Vargas.
“Al final, se trata de compartir un mundo justo para todas y todos, de que las personas accedan a todos sus derechos sin que el género sea un factor de dificultad”, concluyó Mauro Vargas, director general de GENDES.