En México, cinco de cada 10 niñas, jóvenes y mujeres han vivido discriminación por su tono de piel, peso y estatura, así como su forma de vestir y arreglo personal, lo cual se enmarca en violencia estética o simbólica, una violencia de género que no está reconocida legalmente en nuestro país y que pidieron tipificar feministas y abogadas, con el fin de visibilizarla, prevenirla y castigarla.
Este tipo de violencia, en la que una de sus expresiones es la gordofobia, exige a las mujeres ajustarse a un modelo de belleza impuesto, y el no alcanzarlo puede derivar en que presenten depresión, ansiedad e intentos suicidas.
Un ejemplo de estos casos son los de la actriz Michelle Rodríguez, quien fue descalificada, en redes sociales, por aparecer en la portada de la revista Marie Claire al ser una mujer de talla grande; y el de la cantante Yuridia, que derivó en un llamado del gobierno federal al programa Ventaneando, para evitar “acciones dolosas que provocaron burlas por el aspecto físico de una persona”.
Alejandra Collado Campos, postdoctoral y especialista en feminismo del Centro de Investigaciones de Estudios de Género (CIEG) de la UNAM, dice que la violencia estética no está tipificada como un tipo de violencia, y si bien hay leyes que toman como referente a los agresores que hacen uso de imágenes de mujeres con contenido sexual, aún no hay manera para denunciar.
“Todavía no se entiende la gravedad de este tipo de violencia [estética] y hay personas para quienes eso ni siquiera es violencia”, lamenta.
En entrevista con El Sol de México, Collado Campos afirma que se debe reconocer la violencia estética para aceptar que existe, “así fue el caso cuando se comenzó a hablar del feminicidio, antes se decía que no existían diferencias entre feminicidio y homicidio. Todo mundo decía ‘no hay esta categoría, la palabra es homicidio’, pero no fue hasta que se comprendió que hubo cambios, pero eso lleva un proceso para visibilizarlo y nombrarlo”.
Lo mismo ocurrió, añade, con la violencia económica: “no se reconocía que había tal, cuando se iba a denunciar al Ministerio Público que no se daba pensión a la esposa por los hijos”.
Por esto, hizo un llamado a ponerle nombre a los distintos tipos de violencia para que cambien las normas. “Sigamos hablando de estas violencias, como la violencia estética, para que se vaya haciendo toma de conciencia y se vayan generando todos estos nuevos conceptos”.
De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre Discriminación (ENADIS) 2017, la más reciente en México, 51.39 por ciento de las niñas, jóvenes y mujeres entrevistadas dijeron haber vivido discriminación por su tono de piel, peso, estatura, así como su forma de vestir y arreglo personal, lo cual se enmarca en violencia estética.
Para las mayores de 18 años, la mayor prevalencia de discriminación es su apariencia física, 56.5 por ciento dijeron que fueron agredidas o discriminadas por ello.
Apenas el año pasado, en Nuevo León, la diputada local Jessica Martínez presentó la primera iniciativa de reforma al artículo 6 de la Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, con el fin de conceptualizar las violencias simbólica y estética, para que sean consideradas en México como un conjunto de prácticas, discursos y representaciones que se ejercen en contra de una mujer con base en estereotipos de género y cánones de belleza, que pueden tener como resultado una presión perjudicial que dañe su integridad física o psicológica. Esta fue turnada a comisiones y aún no se aprueba.
Debido a que la violencia estética aún no se reconoce como un tipo de violencia de género, expertas aseguran que actualmente es muy difícil defender los derechos de las mujeres cuando la padecen y lo que hacen es encuadrar las agresiones bajo el esquema de violencia psicológica.
Paola Nava Calvo, integrante de la Colectiva Asesoría Legal Feminista S.C., explica: “tendríamos que encuadrarla en una violencia psicológica y tendríamos que acreditar que hubo un daño. Puede ser que a la comediante [Michelle Rodríguez] o la cantante Yuridia se les hagan exámenes psicológicos y descubrirse que pasaron un mal rato, pero en los dictámenes se puede indicar que no hay impacto, entonces, es muy difícil acreditar la agresión y vuelve a haber impunidad”.
En entrevista por separado, estima que la violencia estética “es un grillete” para las mujeres que tienen que vivir y cumplir con los estándares que exige la sociedad.
También coincide en la necesidad de legislar. Para evitar la violencia simbólica, “debe haber márgenes bien determinados en la ley”, para impedir que sigan sucediendo este tipo de situaciones.
En su opinión, no debería acreditarse forzosamente un impacto en la persona afectada, sino que debería ser suficiente solo acreditar una agresión o amenaza.
La Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) 2021, la última en su tipo, establece que 51 por ciento de las mujeres a lo largo de su vida ha vivido violencia psicológica, en la que podría encuadrarse, pero con dificultades, la violencia estética, como exponen las expertas.
La violencia psicológica representa cualquier acto que dañe la estabilidad psicológica de las mujeres, derivado, entre otros, por insultos, humillaciones, devaluación, marginación, comparaciones destructivas, rechazo y amenazas que pueden conllevan a la persona “a la depresión, al aislamiento, a la devaluación de su autoestima e incluso al suicidio”.
Para las especialistas, los medios de comunicación, las redes sociales, el entorno social y los cánones de belleza de la moda son los espacios donde más se fomenta la violencia estética contra las mujeres. Aunque, publicistas afirman que actualmente buscan ser más incluyentes.
El publicista Carlos Alazraki expresa que, debido al fomento de la equidad, “se da una tendencia muy cabrona de que ya no hay modelos en anuncios solamente delgadas y se tiene que dar también capacidad a las gorditas”, aunque, reconoce, este cambio no se ha dado del todo en desfiles de modas.
En una conversación con este medio, explica que las tendencias en las agencias de publicidad apuntan a la diversidad de cuerpos y romper con los modelos de belleza tradicionales. Incluso, dice, en Los Ángeles, California, las campañas van más allá de la estética de las personas, también se enfocan en la diversidad racial y la interculturalidad.
La ONU señala que uno de los primeros pasos para erradicar la discriminación contra las mujeres, como una de las expresiones de violencia, es identificar las características de las personas en su situación, pues ello permite proponer rutas de acción para eliminar estas prácticas.
La Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres (Conavim), de la Secretaría de Gobernación, intervino tanto en los casos de Yuridia como en el de Michelle. El resultado fue que la comunicadora Pati Chapoy se disculpó públicamente y dijo que sería más cuidadosa en sus expresiones.
“Poner un alto a la violencia estética” fue el exhorto que lanzó la Conavim a la sociedad en lo que respecta a la actriz. Mientras que en el caso de la intérprete, pidió dejar de hablar de la apariencia de las demás personas, “seamos respetuosos e incluyentes” y llamó a los medios a evitar acciones discriminatorias.
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De noviembre de 2021 al 11 de febrero pasado, la Conavim emitió 27 pronunciamientos públicos de violencia de género.
En torno a la gordofobia, las especialistas coinciden que aun cuando se han promulgado diversas leyes de género, como la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, la Ley Olimpia, que previene y castiga la violencia digital; la Ley Ingrid, que sanciona a funcionarios que difundan imágenes, audios, videos o información sobre investigaciones penales de una mujer denunciante o la Ley Monse, que castiga al familiar que ayuda a escapar a un feminicida, el problema es la aplicación de la justicia en el Ministerio Público.
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