Con apenas seis años cumplidos, Richard dejó Cuscatlán, su pueblo natal en El Salvador, para viajar, solo, más de siete mil kilómetros en búsqueda de su padre que vivía en Los Ángeles, California. Después de casi una semana, nadie volvió a saber de él. Tres años después, su madre, Teresa, sigue esperando alguna noticia.
De acuerdo con los bancos de datos forenses creados por el Proyecto Frontera —que lidera el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) en Guatemala, Honduras, El Salvador y México—, entre 10 y 12 por ciento de los migrantes reportados como desaparecidos durante su trayecto hacia Estados Unidos, son niñas y niños menores de 12 años.
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En el caso de El Salvador, de los 326 migrantes reportados al Proyecto como no localizados, de enero de 2010 a abril pasado, 31 son menores; mientras que en Honduras se han reportado 499 migrantes desaparecidos, de los cuales 59 son niñas y niños.
México es el segundo país de la región, después de Honduras, donde Proyecto Frontera ha recibido más reportes de migrantes desaparecidos, 399, desde 2010, y de ellos, 14 son menores de 12 años. La búsqueda e identificación de los menores de edad se ha convertido en un eslabón más de la tragedia que representa la migración para miles de familias en la región, según afirma Clara Maurillo, integrante del Comité de Familiares de Migrantes Fallecidos y Desaparecidos (Cofamide).
En entrevista con El Sol de México, señala que cada vez son más las madres de menores de edad que se integran a los colectivos de búsqueda tratando de encontrarlos. “La migración de menores, junto con la de mujeres, es sin duda una de las nuevas caras de la migración internacional que crece día a día”.
Según la activista, en su mayoría, los menores reportados como desaparecidos viajaban solos y pretendían llegar a Estados Unidos, como lo quiso hacer Richard.
“Si para un adulto es complicado migrar, imaginemos lo que representa para un menor de edad, ellos migran por infinidad de razones voluntarias e involuntarias. Hay veces que viajan a otros lugares en busca de las oportunidades que no encuentran en su propio país, pero también lo hacen forzados por las necesidades de sus padres, huyen de la violencia, en otros casos son niñas y niños abandonados en las calles de su país”.
Cientos de menores, destaca Maurillo, son enganchados o secuestrados por el crimen organizado a lo largo del corredor migratorio Centroamérica-México-Estados Unidos para convertirlos en sicarios.
Otros son capturados en redes de trata de personas para explotarlos sexualmente.
Todos permanecen dejan de comunicarse con sus familias, que finalmente los reportan como desaparecidos. Miles más son detenidos por las autoridades migratorias y después deportados a sus países de origen.
De acuerdo con datos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), dependiente de la ONU, entre los años 2015 y 2018, un total de 128 mil 645 infantes fueron detenidos en México y presentados ante una autoridad migratoria. De estos, 64 por ciento son niños y 36 por ciento niñas.
Además, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), ha advertido que el acuerdo migratorio firma- do entre México y Estados Unidos es de “alto riesgo” para los niños, niñas y adolescentes migrantes, pues ha reducido considerablemente el acceso de los menores a la seguridad y la protección internacional.
“En México, los Protocolos de Protección de Migrantes han provocado un aumento en el número de niños migrantes varados en las zonas fronterizas mientras esperan que sus casos de asilo sean tramitados por el sistema judicial de Estados Unidos, un proceso que puede tomar meses. En muchas de estas zonas, los niños migrantes y sus familias se enfrentan a la explotación, la violencia y el abuso, y carecen de acceso a servicios esenciales”, alerta la organización mundial.