Orizaba, Ver.-Para Jaime García Limón ser ferrocarrilero es algo que se trae en la sangre, es para lo que se está destinado. Al menos en su caso considera que así fue, porque después de que de pequeño le daba miedo el tren, llegó a ser maquinista. Ese era su destino. Está por cumplir 40 años de servicio.
Sentado cómodamente en una silla de plástico, relata que por lo regular casi todos los que entran a trabajar a Ferrocarriles son familiares de hombres del riel de tiempo atrás, hasta huérfanos ingresan.
Ser ferrocarrilero, dice, no requería de mucho estudio, la capacitación la recibían ya en la práctica, en el trabajo, para poder desempeñar la labor que les correspondía, sobre todo si eran trenistas.
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El trabajo estaba catalogado en varias especialidades. En transportes hay una especialidad que se llama similares, está dividida en maquinistas, proveedores y llamadores; aglutinaba a los garroteros, conductores, cambiadores, jefes de patio.
Las otras ramas eran oficinas, talleres y vía. El taller de Orizaba ya casi desaparece, las locomotoras las arreglan en Tierra Blanca, Veracruz o Xalapa, porque es donde están los talleres particulares que prestan sus servicios para la empresa Ferrosur, en esta zona.
Comenzó como llamador y llegó a ser maquinista
El llamador era el que como su nombre lo dice, llamaba al personal que iba a salir a camino, llevaba un libro en el que se anotaban las salidas de los trenes. El llamador veía el libro y decía el mayordomo a quién avisar. “Apuntaba y me iba en bicicleta a buscar al personal”, apunta.
Como ayudante de proveedor abastecía las locomotoras de agua, diésel y arena, todo lo que necesitaban. Siendo proveedor, ayudaba en todo eso, pero también se llevaba las máquinas para engancharlas en el furgón que iba a salir y también iba por las que llegaban, para llevarlas a la Casa de Máquinas.
El trabajo más pesado era el de vía, pues tenían que meter los durmientes para armar la vía y eso hacía que los trabajadores estuvieran fuertes, “si entraban ahí ya sabían lo pesado que era el trabajo”, señala. Ahora con la tecnología hay maquinarias de vía y es un poco menos que hace el trabajo que hace la persona en esa especialidad.
A lo mejor quienes sí tienen un trabajo pesado, de alguna forma son los trenistas, porque se desvelan y mal pasan, además porque pueden tener algún susto al arrollar un carro o agarrar a alguna persona que camina en la vía. “No es un trabajo de hacer fuerza, pero conlleva otro tipo de presión”, refiere.
Antes de la transición, recuerda, había un cambiador. Estaba solo en una caseta a la entrada del patio de trenes. Él, mediante señales le decía al maquinista si podía acercarse o no; “cuando venía el tren, éste siempre pedía señales, entonces el cambiador salía y le hacía las señales y las interpretaban".
El cambiador solo se dedicaba a eso y a hacer los cambios para que el tren pasara a determinada vía, pues están numeradas. Esa figura ya desapareció, ahora, el jefe o mayordomo de patio, a través de radio, dice al maquinista a qué vía debe ir y ellos mismos los alinean.
Nota publicada en El Sol de Orizaba