El Circo Máximo de Roma, que una vez albergó las antiguas carreras de carros, se está preparando para una nueva temporada como teatro de ópera, ya que la pandemia de coronavirus ha obligado a los organizadores a buscar lugares enormes que permitan el distanciamiento social entre los asistentes.
El estadio de dos mil 800 años de antigüedad, uno de los sitios de entretenimiento público más grande del mundo antiguo, ha necesitado semanas de preparación, pero sus dimensiones y estructura natural, similares a los antiguos teatros griegos, lo convierten en el lugar ideal.
"El Circo Máximo se transforma de un circo en un teatro, un teatro de ópera en este caso", dijo el director técnico de la Ópera de Roma, Francesco Arena.
Las antiguas Termas de Caracalla, donde normalmente la Ópera de Roma celebra su temporada de verano, también está al aire libre, pero no puede garantizar el distanciamiento que ofrece el Circo Máximo, ubicado a menos de un kilómetro.
Controles de temperatura, asientos espaciados y un escenario especialmente grande buscan proporcionar seguridad tanto para los asistentes a la ópera como para los intérpretes.
"Intentamos transformar los límites de la distancia interpersonal en nuevas formas de representación con gran uso de tecnologías que nos permiten acercar a los artistas entre sí y a los artistas más cerca de los espectadores", dijo Carlo Fuortes, superintendente del Teatro de la Ópera de Roma.
Los trabajos de construcción y los ensayos de última hora se han estado realizando antes del 16 de julio, cuando Rigoletto, del compositor italiano Giuseppe Verdi, dará inicio a la temporada.
Fuortes dijo que el virus estaba forzando a los teatros de todo el mundo a encontrar soluciones creativas y que confiaba en que la experiencia será gratificante para los asistentes a la ópera, privados de cultura en vivo durante la cuarentena.
Pero algo es seguro, la atmósfera tras la pandemia será muy diferente a la de la multitud ruidosa que alentaba a sus carros favoritos en la antigüedad.
CONCIERTO ÚNICO
La Orquesta Filarmónica de Líbano actuó sin público en el centro de las ruinas romanas de Baalbek iluminadas con luces de colores, un simbólico "mensaje de resistencia" lanzado por un prestigioso festival en un país enfrentado al hundimiento de su economía y al Covid-19. La velada, retransmitida en directo por las televisiones libanesas, es el único concierto organizado este año por el Festival Internacional de Baalbek, en el yacimiento arqueológico del mismo nombre, declarado patrimonio mundial de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
Bajo el director de orquesta, Harout Fazlian, los alrededor de 150 músicos y coristas estaban instalados en el recinto descubierto del templo de Baco, de impresionantes columnas corintias. No tuvieron público que les aplaudiera, pero fueron grabados por drones.
Comenzaron con el himno nacional y encadenaron con O Fortuna, el íncipit de Carmina Burana. El repertorio mezcló música clásica, rock, composiciones de los hermanos Rahbani, dos famosos músicos libaneses, o el Himno de la Alegría de Beethoven, en homenaje al 250 aniversario del nacimiento del compositor alemán.
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