En el borde del Parque Nacional Amboseli, en el sur de Kenia, se encuentra una reserva llamada Selenkay, que cuenta con elefantes, jirafas, antílopes y leones.
Los propietarios de esta reserva, que no tiene vallas que delimiten su terreno de cinco mil hectáreas, son el pueblo masái.
Sobre este sitio, al cual los visitantes ya comienzan a regresar después de la pandemia, Mohanjeet Brar, el director gerente del operador turístico Gamewatchers Safaris, dijo que el turismo colapsó por completo y que se dieron cuenta de que necesitaban encontrar otras maneras de aumentar los ingresos para poder seguir cubriendo sus gastos.
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De acuerdo con la agencia AFP, el primer paso para que esta reserva pudiera obtener sus ganancias era recopilar datos y hacer un inventario del tesoro de la reserva, para lo cual utilizan cámaras y grabadoras acústicas que puedan mostrar qué tipo de animales están presentes y en qué cantidad.
Los datos se pueden complementar con las observaciones humanas. Durante un mes por la mañana y por la noche, fueron varios los miembros del equipo que se colocaron en puntos específicos para poder hacer un recuento de todos los animales que se pueden llegar a ver y escuchar durante 10 minutos.
Los investigadores también cuentan con la ayuda de un dron, además de que pueden obtener una imagen de la cantidad de carbono almacenado en los árboles y el suelo.
CRÉDITOS DE BIODIVERSIDAD
El turismo es el responsable de que los ingresos de la empresa de Brar pueda apoyar a la comunidad local de distintas maneras, además de que les pueden proporcionar agua a las personas y al ganado y generar empleos.
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Los guardabosques presentes e incluso todo el personal de Selenkay es masái, pero aún así las condiciones de vida siguen siendo difíciles, como señaló una de las mujeres del pueblo que limita con la reserva, quien es madre de ocho hijos y también gana dinero con las visitas turísticas de su choza de barro y con la venta de joyas.
La reserva cierra los meses de abril y mayo, durante la temporada de lluvias y es cuando la aldea más necesita de ayuda. Pero la gente del distrito quiere evitar que esta tierra sea vendida, convertida en campos y cercada con el fin de evitar que la vida silvestre se mueva libremente, aunque con el paso del tiempo ya empiezan a verse algunas vallas.
Los ingresos que se generan de los créditos pueden llegar a aliviar la presión sobre el medio ambiente, además de que alienta a los pastores a reducir el número de ganado, permitiendo que la hierba y los árboles se regeneren, pero todos se preguntan si los recursos de esta reserva pueden ser adecuadamente monetizados.
“Kenia tiene una población en rápido crecimiento. El precio de la tierra también es alto y existen muchas opciones para el uso de la tierra”, explicó Brar.
El mercado de los créditos de carbono ya está bien establecido, pero aún está lejos de ser perfecto, y bajo este esquema los contaminadores de carbono pueden compensar sus emisiones de gases de efecto invernadero al “comprar” derechos de contaminación a quienes reducen emisiones o capturan carbono.
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