Ser copropietario de la granja del barrio, elegir lo que se va a producir e ir en bicicleta a hacer las compras cada semana es la idea de un proyecto nacido en Holanda que busca ser una respuesta al desafío del cambio climático.
A 2.6 km de Boxtel, comuna de unos 30 mil habitantes en el sur del país, la imagen podría parecer tradicional: campos, invernaderos, aves, cerdos y vacas; y en el medio, un vivienda móvil ecológica que sirve de oficina y cocina para el campesino.
Salvo que la granja no le pertenece a él, sino a 200 familias de Boxtel, en el Brabante. Se trata de un "Herenboerderij" ("granja señorial"), modelo de granja colectiva única en Holanda, creada por el emprendedor Geert van der Veer, de 42 años y graduado de la Escuela Superior de Agricultura de Bois-le-Duc.
"Algo debe cambiar de manera fundamental en nuestro sistema de producción y en nuestra forma de alimentarnos si queremos conservar los pies secos", explica a la AFP.
Un cuarto de su país está ubicado bajo el nivel del mar, lo que lo vuelve particularmente vulnerable al calentamiento global y a la esperada alza del nivel de los océanos.
Con el objetivo de reducir la emisión de carbono de la producción agrícola, nada como consumir de manera local y reducir el derroche alimentario, recurriendo a un granjero que planta lo que se necesita y cría los animales elegidos para la carne.
Douwe Korting, periodista de 45 años, se lanzó a la aventura sin dudar. "La gente comienza verdaderamente a ver que es necesaria una transición hacia un sistema alimentario diferente", afirma esta miembro y coa-administradora de la granja, creada en 2016.
"El principal objetivo de los miembros es comer productos naturales de manera duradera cerca de sus casas", precisa.
60% de la alimentación
Cada hogar invirtió 2 mil euros (unos 2 mil 200 dólares) para comprar unas veinte hectáreas de tierra agrícola alrededor de la granja. Actualmente crían 15 vacas, 20 cerdos, 250 gallinas y 250 ponedoras de huevos. Además hay un vergel, campos e invernaderos donde crecen unas cincuenta de hortalizas diferentes.
Una vez por semana, los consumidores, también propietarios y administradores, se acercan para llenar sus canastos, a menudo en bicicleta, a cambio de una contribución de 11 euros por personas.
Los productos de la granja representan cerca del 60% de la alimentación de las 200 familias, es decir unas 500 personas, cuenta con orgullo Van der Veer.
Este modelo de granja colectiva es revolucionario en Holanda, rey de la agricultura intensiva: el pequeño país es actualmente el segundo exportador mundial de productos agrícolas y agroalimentarios, detrás de Estados Unidos.
El problema es que la agricultura intensiva es en parte responsable del cambio climático, y sufre directamente los efectos. Por ello, el país repiensa sus sistema de producción.
Los circuitos cortos, como el de la granja de Boxtel, permiten ahorrar en gases de efecto invernadero emitidos durante al almacenamiento, transformación, empaquetado y transporte de los productos alimentarios.
En cuanto al derroche alimentario, un reciente informe de los expertos de la ONU sobre clima (IPCC) mostró que entre el 25 a 30% de la comida producida anualmente para el consumo humano es desperdiciada, lo que equivale a un 8% de las emisiones total de gases de efecto invernadero.
El gobierno promociona una "transición hacia una agricultura circular", un modelo duradero en el cual el estiércol y los restos alimentarios son reutilizados, y ha destinado una partida de 135 millones de euros (unos 150 millones de dólares) para su financiamiento.
Se trata, según la ministra de Agricultura, Carola Schouten, "de producir con la menor pérdida de materias primas y una gestión razonable de los suelos, el agua y la naturaleza".
Las gallinas "trabajan"
En la granja colectiva de Boxtel, los animales contribuyen en los cultivos.
A los pies de Van der Veer, las gallinas se pasean a la sombra de los frutales. "Trabajan: pican la tierra, depositan guano, buscan granos y evitan una presencia excesiva de hierbas malas".
"Estamos acorralados, contra la pared. Debemos volver a la agricultura de los años 1950, cuando todavía sabíamos lo que hacíamos. Aunque con las técnicas actuales", explica.
Con la universidad de Eindhoven, desarrolla un proyecto de dron que sobrevolará los campos para saber donde están las cosechas y el estado de la tierra, y de robot capaz de detectar si un fruto está maduro y recogerlo.
La segunda granja colectiva se apresta a abrir en el centro del país. Van der Veer anticipa la creación de cientos en los próximos años, convencido de que con 35.000 sería posible alimentar a los 17 millones de holandeses en frutas, hortalizas y carne.
Y todo eso utilizando menos de un tercio de la superficie no urbanizada del territorio.