/ sábado 30 de junio de 2018

Indígenas colombianos luchan por su tierra

Por décadas han sufrido el desplazamiento a base de engaños para arrebatarles sus terrenos

TIMBA, Colombia. En un resguardo de los indígenas nasa en el suroeste de Colombia, las verdes montañas se alzan por encima de un cinturón de nubes, lo que hace que parezca que están flotando.

Muchas de las cumbres del resguardo de La Paila Naya, en el departamento de Cauca, son lugares sagrados en los que los curanderos tradicionales hablan con los espíritus y recogen hierbas medicinales. Varios ríos cruzan el territorio por el que deambulan venados, pumas y osos.

Pero pese al idílico emplazamiento, los mil 400 residentes nasa no viven en paz en esta zona, en la que tuvieron que establecer su hogar después de ser desplazados por colonos que tomaron la tierra de los nasa en otras partes de la región en los años 20.

Por aquel entonces, la tierra en La Paila Naya era terreno baldio. Pero después de que los nasa se asentaran allí, unos terratenientes adinerados de la ciudad de Cali, a unos 60 kilómetros de distancia, comenzaron a mostrar interés en la zona.

Los nasa perdieron parte del terreno al establecer acuerdos engañosos, cuenta el líder comunitario Emilio Conda. "Si por ejemplo morían las vacas de alguien, los terratenientes reemplazaban los animales y dejaban a esa persona con una deuda que después utilizaban para conseguir la tierra".

Los ranchos de ganado establecidos en el terreno al que los nasa se mudaron en los años 20 fueron vendidos tres décadas después a una empresa papelera que plantó pinos.

En aquel momento, los indígenas colombianos estaban intensificando su lucha para reclamar sus tierras ancestrales, que consideraban que les habían sido arrebatadas, primero por los colonialistas españoles y despues por colonos y otros terratenientes tras la independencia.

"Cortamos los pinos", cuenta Conda. "Metieron a la policía y al ejército, pero nos enfrentamos a ellos."

Los nasa consiguieron comprar parte del terreno con sus propios fondos y con fondos estatales y ahora tienen una reserva de seis mil 200 hectáreas. Pero solo la mitad es apta para la agricultura, lo que limita los recursos de muchos de los nasa que se dedican a cultivar café. Los residentes tienen tan pocos ingresos que la tienda local tiene una larga lista de deudores junto a su puerta.

Pero los alrededor de 250 mil nasa que viven en Colombia no están solos. El país sudamericano tiene al menos 68 grupos indígenas, cuya población se estima asciende en conjunto a más de un millón, alrededor del 2% de los habitantes de Colombia.

Prácticamente todos ellos están tratando de recuperar tierras que reclaman como suyas, dice Tulio Rojas, un especialista en lenguas indígenas de la Universidad de Cauca.

Las protestas se repiten por todo el país; el año pasado cerca de 100 mil indígenas bloquearon carreteras en manifestaciones coordinadas y se produjeron enfrentamientos con la policía.

Los manifestantes no solo exigen más tierra, sino que también denuncian que las autoridades han desatendido las reservas, conocidos como resguardos.

La Paila Naya, por ejemplo, no cuenta ni con un doctor ni con una escuela de educación secundaria. "No tenemos cobertura de teléfono móvil", se queja Luz Maria Guehia, residente de 45 años.

Algunos de los grupos indígenas dicen que los colonos los engañaron para que les dieran sus tierras. Otros se vieron obligados a abandonarlas por las masacres cometidas hasta el siglo XX, dice Rojas.

Y las muertes continúan aún hoy en día. Más de 40 líderes indígenas fueron asesinados en el país el año pasado, según la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC).

Los asesinatos se atribuyen normalmente a grupos paramilitares aliados con los terratenientes, así como a guerrillas izquierdistas o a narcotraficantes que buscan controlar la tierra.

Para los nasa, así como para otros grupos indígenas, ser dueños de su tierra no es solo una forma de salir de la pobreza, sino también de ganar autonomía y de asegurar su supervivencia cultural. La comunidad de La Paila Naya, por ejemplo, intenta preservar y reavivar su lengua, que apenas hablan ya muchos de los jóvenes.

Incluso muchos de los maestros en las tres escuelas de educación primaria del resguardo "hablan más español que nasa", señala Conda.

Otro grupo indígena que está tratando de extender su territorio es el de los pijao, de los que hay alrededor de 60.000. La amplia mayoría vive en el departamento vecino de Tolima.

"Queremos ser autosuficientes en la producción alimentaria. Y también es duro estar sin tierra donde hacer libremente nuestros rituales", dice Melquisedec Ducuara, un representante pijao del resguardo La Sortija.

"La tierra es la vida para nosotros," añade el líder comunitario. "Es nuestra madre que nos da a comer, que nos lo da todo".

Las autoridades colombianas reconocen que muchas de las reclamaciones de tierra de los indígenas son justas y han ayudado a algunos de ellos a comprar terreno para ampliar su territorio a lo largo de los años.

En 2011 se creó la Unidad de Restitución de Tierras para ayudar a los desplazados por los grupos armados a recuperar su tierra. La unidad gubernamental está gestionando actualmente cientos de reclamaciones de indígenas, explica Irne Triana, un abogado de la unidad.

Mientras tanto los nasa quieren comprar más tierra. Pero los dueños de las fincas vecinas exigen pagos inmediatos y el Gobierno solo paga por quotas, dice Conda.

"Sin tierra no somos nada", destaca Agustin Almendra, de las Autoridades Tradicionales Indígenas de Colombia.


TIMBA, Colombia. En un resguardo de los indígenas nasa en el suroeste de Colombia, las verdes montañas se alzan por encima de un cinturón de nubes, lo que hace que parezca que están flotando.

Muchas de las cumbres del resguardo de La Paila Naya, en el departamento de Cauca, son lugares sagrados en los que los curanderos tradicionales hablan con los espíritus y recogen hierbas medicinales. Varios ríos cruzan el territorio por el que deambulan venados, pumas y osos.

Pero pese al idílico emplazamiento, los mil 400 residentes nasa no viven en paz en esta zona, en la que tuvieron que establecer su hogar después de ser desplazados por colonos que tomaron la tierra de los nasa en otras partes de la región en los años 20.

Por aquel entonces, la tierra en La Paila Naya era terreno baldio. Pero después de que los nasa se asentaran allí, unos terratenientes adinerados de la ciudad de Cali, a unos 60 kilómetros de distancia, comenzaron a mostrar interés en la zona.

Los nasa perdieron parte del terreno al establecer acuerdos engañosos, cuenta el líder comunitario Emilio Conda. "Si por ejemplo morían las vacas de alguien, los terratenientes reemplazaban los animales y dejaban a esa persona con una deuda que después utilizaban para conseguir la tierra".

Los ranchos de ganado establecidos en el terreno al que los nasa se mudaron en los años 20 fueron vendidos tres décadas después a una empresa papelera que plantó pinos.

En aquel momento, los indígenas colombianos estaban intensificando su lucha para reclamar sus tierras ancestrales, que consideraban que les habían sido arrebatadas, primero por los colonialistas españoles y despues por colonos y otros terratenientes tras la independencia.

"Cortamos los pinos", cuenta Conda. "Metieron a la policía y al ejército, pero nos enfrentamos a ellos."

Los nasa consiguieron comprar parte del terreno con sus propios fondos y con fondos estatales y ahora tienen una reserva de seis mil 200 hectáreas. Pero solo la mitad es apta para la agricultura, lo que limita los recursos de muchos de los nasa que se dedican a cultivar café. Los residentes tienen tan pocos ingresos que la tienda local tiene una larga lista de deudores junto a su puerta.

Pero los alrededor de 250 mil nasa que viven en Colombia no están solos. El país sudamericano tiene al menos 68 grupos indígenas, cuya población se estima asciende en conjunto a más de un millón, alrededor del 2% de los habitantes de Colombia.

Prácticamente todos ellos están tratando de recuperar tierras que reclaman como suyas, dice Tulio Rojas, un especialista en lenguas indígenas de la Universidad de Cauca.

Las protestas se repiten por todo el país; el año pasado cerca de 100 mil indígenas bloquearon carreteras en manifestaciones coordinadas y se produjeron enfrentamientos con la policía.

Los manifestantes no solo exigen más tierra, sino que también denuncian que las autoridades han desatendido las reservas, conocidos como resguardos.

La Paila Naya, por ejemplo, no cuenta ni con un doctor ni con una escuela de educación secundaria. "No tenemos cobertura de teléfono móvil", se queja Luz Maria Guehia, residente de 45 años.

Algunos de los grupos indígenas dicen que los colonos los engañaron para que les dieran sus tierras. Otros se vieron obligados a abandonarlas por las masacres cometidas hasta el siglo XX, dice Rojas.

Y las muertes continúan aún hoy en día. Más de 40 líderes indígenas fueron asesinados en el país el año pasado, según la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC).

Los asesinatos se atribuyen normalmente a grupos paramilitares aliados con los terratenientes, así como a guerrillas izquierdistas o a narcotraficantes que buscan controlar la tierra.

Para los nasa, así como para otros grupos indígenas, ser dueños de su tierra no es solo una forma de salir de la pobreza, sino también de ganar autonomía y de asegurar su supervivencia cultural. La comunidad de La Paila Naya, por ejemplo, intenta preservar y reavivar su lengua, que apenas hablan ya muchos de los jóvenes.

Incluso muchos de los maestros en las tres escuelas de educación primaria del resguardo "hablan más español que nasa", señala Conda.

Otro grupo indígena que está tratando de extender su territorio es el de los pijao, de los que hay alrededor de 60.000. La amplia mayoría vive en el departamento vecino de Tolima.

"Queremos ser autosuficientes en la producción alimentaria. Y también es duro estar sin tierra donde hacer libremente nuestros rituales", dice Melquisedec Ducuara, un representante pijao del resguardo La Sortija.

"La tierra es la vida para nosotros," añade el líder comunitario. "Es nuestra madre que nos da a comer, que nos lo da todo".

Las autoridades colombianas reconocen que muchas de las reclamaciones de tierra de los indígenas son justas y han ayudado a algunos de ellos a comprar terreno para ampliar su territorio a lo largo de los años.

En 2011 se creó la Unidad de Restitución de Tierras para ayudar a los desplazados por los grupos armados a recuperar su tierra. La unidad gubernamental está gestionando actualmente cientos de reclamaciones de indígenas, explica Irne Triana, un abogado de la unidad.

Mientras tanto los nasa quieren comprar más tierra. Pero los dueños de las fincas vecinas exigen pagos inmediatos y el Gobierno solo paga por quotas, dice Conda.

"Sin tierra no somos nada", destaca Agustin Almendra, de las Autoridades Tradicionales Indígenas de Colombia.


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