/ sábado 4 de noviembre de 2017

Mata Hari, 100 años de muerte

El 15 de octubre se cumplieron cien años de la muerte de Margaretha Geertruida Zelle

ÁMSTERDAM, Holanda.- El 15 de octubre se cumplieron cien años de la muerte de Margaretha Geertruida Zelle (1876-1917), mejor conocida como Mata Hari. Ese mismo día nació el mito que la sigue acompañando: femme fatale y espía.

Pero, ¿quién conoce realmente a la mujer que sigue cautivando la imaginación de muchos a un siglo de distancia? El Museo de Frisia pretende llenar este vacío con la exposición: Mata Hari, el mito y la joven.

Para visitarla viajé a Leeuwarden, la capital de la provincia de Frisia, al norte del país, que es la ciudad natal de esta mujer que con su belleza, su sensualidad y su inteligencia se forjó un nombre en la Europa de principios del siglo XX.

La exhibición, que estará abierta hasta el 2 de abril, nos lleva caprichosamente por el tiempo. Empieza con una frase que resume muy bien los dos aspectos de esta mujer: “Mata Hari y Madame Zelle son dos mujeres completamente diferentes. Lo que Mata Hari hace, Margaretha Zelle no lo haría nunca...” (5 de junio de 1917).

La primera sala nos enfrenta a los interrogatorios a que la sometieron en París. Solo una mesa, una silla, una lámpara colgando del techo y al fondo una imagen del capitán Pierre Bouchardon, comisionado General del 3er. Consejo de Guerra, quien fue el responsable de “sacarle la verdad” a esta mujer libertina, políglota, independiente, que antes de estar en prisión se codeaba con la alta sociedad y entre cuyos amantes se contaban muchos militares de alto rango de diversas nacionalidades. Sin pruebas contundentes contra ella, para Bouchardon su estilo de vida, sus viajes y sus relaciones eran motivo más que suficiente para considerarla culpable de espionaje. A pesar de que ella siempre se declaró inocente, fue condenada a muerte por una corte marcial.

La siguiente sala gira alrededor de su fusilamiento en el campo de tiro del Bosque de Vincennes, a las afueras de París. Su muerte fue anunciada como el “desenmascaramiento” de una espía sin escrúpulos. Su cuerpo, que en otros tiempos muchos hombres desearon, fue donado a un hospital académico porque nadie lo reclamó.

Tras conocer el final de su vida, la exposición regresa en el tiempo. Apoyándose en los pocos objetos, cartas y fotografías que se tienen de ella, nos presentan a la niña consentida que creció en una familia acomodada; el giro que dio su vida cuando su padre se declaró en quiebra y se divorció de su madre, quien falleció a los pocos meses; el desmembramiento de su familia así como su corta y azarosa estancia en Leiden donde empezó a estudiar para convertirse en maestra de jardín de niños; su matrimonio a los 18 años con Rudolph MacLeod, un capitán del ejército neerlandés que le doblaba la edad y que la llevó a vivir a Indonesia (en aquel entonces colonia neerlandesa) en 1897 y la contagió de sífilis; la muerte de su hijo primogénito, de apenas 2 años y medio, con gran seguridad intoxicado por el mercurio usado para tratar esa enfermedad transmitida por su padre; su regreso a Holanda en 1902 con su hija y el marido, ya jubilado, y finalmente su divorcio. Como ella no tenía forma de mantenerse, Rudolph se quedó con la niña.

Gracias a diversas cartas que escribió entre 1903 y 1905 sobre todo a familiares de su exmarido, podemos imaginar su tristeza por estar alejada de su pequeña, su frustración por no encontrar trabajo en Holanda y su decisión de buscar un futuro mejor en París a donde llegó con 27 años y sin un centavo.

Después nos presentan el nacimiento de Mata Hari, la bailarina exótica, su álbum de fotografías y recortes de periódico donde dejó constancia de sus éxitos por diversas ciudades europeas.  También podemos ver algunas de las tarjetas postales que le enviaba a su hija desde cada lugar que visitaba.

Me gustó mucho la forma en que armaron, casi como piezas de un rompecabezas, su devenir durante la Primera Guerra Mundial. A decir de Hans Groeneweg, uno de los curadores de la exposición, fue la parte más difícil de presentar, porque querían expresar de manera sencilla pero documentada, los diferentes acontecimientos que la llevaron a ser

sospechosa.

¿Fue espía? Sí. A la vista está una declaración en que ella reconoce haber recibido un adelanto de 20 mil francos de los alemanes, que le dieron el nombre clave de H21, y de los contactos que estableció con el capitán Georges Ladoux, jefe de inteligencia francés. Pero también su enfática aseveración de que nunca les pasó ningún dato relevante.

La exposición cierra con posters de películas (con actrices como Greta Garbo y Sylvia Kristel en el papel de Mata Hari) y portadas de libros que se han escrito sobre ella.

Tuve oportunidad de entrevistar a Julie Wheelwright, quien en 1992 escribió: “La amante fatal. Mata Hari y el mito de las mujeres en el espionaje”, que se ha convertido en una de las biografías de referencia para quienes han estudiado a esta mujer. ¿De dónde surgió su interés en ella? Todo empezó al hacer una investigación, en los archivos ingleses, sobre mujeres durante la Primera Guerra Mundial. Por casualidad cayó en sus manos el expediente que el servicio de inteligencia británico tenía sobre Margaretha Zelle. No solo las transcripciones de los interrogatorios, también un inventario de los artículos que llevaba consigo en sus maletas cuando fue detenida en 1916 por haberla confundido con otra espía. Esto la hizo pensar en la mujer, en la persona a la que se referían esos documentos. Se puso en contacto con quienes más sabían sobre ella en ese momento y de ahí nació el libro al que hice referencia que, como me dijo, no es sólo una historia sobre una mujer, sino sobre los predicamentos en que se encontraban las mujeres a principios del siglo XX si estaban divorciadas o querían ser algo más que hijas y madres. En su opinión, según la política sexual de la época, Mata Hari era una mujer peligrosa. Le gustaría que quien visite la exposición cambie su opinión sobre las mujeres condenadas como “malas” y que comprendan los retos a los que se enfrentaron y las maneras ingeniosas que encontraron para salir adelante.

Bien vale la pena viajar a Leeuwarden, visitar la exposición y después recorrer el centro de la ciudad siguiendo la ruta que publicaron para conocer los lugares que formaron parte de la vida de Margaretha Zelle. La inolvidable Mata Hari.

Para mayor información sobre ésta, la mayor exposición sobre Mata Hari que se ha hecho hasta ahora: www.friesmuseum.nl

Haciendo un paréntesis personal, desde hace varios años he estudiado la vida de esta mujer. Incluso escribí una novela histórica sobre Mata Hari para la que sigo buscando una editorial interesada en publicarla.

Cualquier comentario relacionado con este artículo, favor de dirigirlo a mestrada@elsoldemexico.com.mx OEM-Informex

ÁMSTERDAM, Holanda.- El 15 de octubre se cumplieron cien años de la muerte de Margaretha Geertruida Zelle (1876-1917), mejor conocida como Mata Hari. Ese mismo día nació el mito que la sigue acompañando: femme fatale y espía.

Pero, ¿quién conoce realmente a la mujer que sigue cautivando la imaginación de muchos a un siglo de distancia? El Museo de Frisia pretende llenar este vacío con la exposición: Mata Hari, el mito y la joven.

Para visitarla viajé a Leeuwarden, la capital de la provincia de Frisia, al norte del país, que es la ciudad natal de esta mujer que con su belleza, su sensualidad y su inteligencia se forjó un nombre en la Europa de principios del siglo XX.

La exhibición, que estará abierta hasta el 2 de abril, nos lleva caprichosamente por el tiempo. Empieza con una frase que resume muy bien los dos aspectos de esta mujer: “Mata Hari y Madame Zelle son dos mujeres completamente diferentes. Lo que Mata Hari hace, Margaretha Zelle no lo haría nunca...” (5 de junio de 1917).

La primera sala nos enfrenta a los interrogatorios a que la sometieron en París. Solo una mesa, una silla, una lámpara colgando del techo y al fondo una imagen del capitán Pierre Bouchardon, comisionado General del 3er. Consejo de Guerra, quien fue el responsable de “sacarle la verdad” a esta mujer libertina, políglota, independiente, que antes de estar en prisión se codeaba con la alta sociedad y entre cuyos amantes se contaban muchos militares de alto rango de diversas nacionalidades. Sin pruebas contundentes contra ella, para Bouchardon su estilo de vida, sus viajes y sus relaciones eran motivo más que suficiente para considerarla culpable de espionaje. A pesar de que ella siempre se declaró inocente, fue condenada a muerte por una corte marcial.

La siguiente sala gira alrededor de su fusilamiento en el campo de tiro del Bosque de Vincennes, a las afueras de París. Su muerte fue anunciada como el “desenmascaramiento” de una espía sin escrúpulos. Su cuerpo, que en otros tiempos muchos hombres desearon, fue donado a un hospital académico porque nadie lo reclamó.

Tras conocer el final de su vida, la exposición regresa en el tiempo. Apoyándose en los pocos objetos, cartas y fotografías que se tienen de ella, nos presentan a la niña consentida que creció en una familia acomodada; el giro que dio su vida cuando su padre se declaró en quiebra y se divorció de su madre, quien falleció a los pocos meses; el desmembramiento de su familia así como su corta y azarosa estancia en Leiden donde empezó a estudiar para convertirse en maestra de jardín de niños; su matrimonio a los 18 años con Rudolph MacLeod, un capitán del ejército neerlandés que le doblaba la edad y que la llevó a vivir a Indonesia (en aquel entonces colonia neerlandesa) en 1897 y la contagió de sífilis; la muerte de su hijo primogénito, de apenas 2 años y medio, con gran seguridad intoxicado por el mercurio usado para tratar esa enfermedad transmitida por su padre; su regreso a Holanda en 1902 con su hija y el marido, ya jubilado, y finalmente su divorcio. Como ella no tenía forma de mantenerse, Rudolph se quedó con la niña.

Gracias a diversas cartas que escribió entre 1903 y 1905 sobre todo a familiares de su exmarido, podemos imaginar su tristeza por estar alejada de su pequeña, su frustración por no encontrar trabajo en Holanda y su decisión de buscar un futuro mejor en París a donde llegó con 27 años y sin un centavo.

Después nos presentan el nacimiento de Mata Hari, la bailarina exótica, su álbum de fotografías y recortes de periódico donde dejó constancia de sus éxitos por diversas ciudades europeas.  También podemos ver algunas de las tarjetas postales que le enviaba a su hija desde cada lugar que visitaba.

Me gustó mucho la forma en que armaron, casi como piezas de un rompecabezas, su devenir durante la Primera Guerra Mundial. A decir de Hans Groeneweg, uno de los curadores de la exposición, fue la parte más difícil de presentar, porque querían expresar de manera sencilla pero documentada, los diferentes acontecimientos que la llevaron a ser

sospechosa.

¿Fue espía? Sí. A la vista está una declaración en que ella reconoce haber recibido un adelanto de 20 mil francos de los alemanes, que le dieron el nombre clave de H21, y de los contactos que estableció con el capitán Georges Ladoux, jefe de inteligencia francés. Pero también su enfática aseveración de que nunca les pasó ningún dato relevante.

La exposición cierra con posters de películas (con actrices como Greta Garbo y Sylvia Kristel en el papel de Mata Hari) y portadas de libros que se han escrito sobre ella.

Tuve oportunidad de entrevistar a Julie Wheelwright, quien en 1992 escribió: “La amante fatal. Mata Hari y el mito de las mujeres en el espionaje”, que se ha convertido en una de las biografías de referencia para quienes han estudiado a esta mujer. ¿De dónde surgió su interés en ella? Todo empezó al hacer una investigación, en los archivos ingleses, sobre mujeres durante la Primera Guerra Mundial. Por casualidad cayó en sus manos el expediente que el servicio de inteligencia británico tenía sobre Margaretha Zelle. No solo las transcripciones de los interrogatorios, también un inventario de los artículos que llevaba consigo en sus maletas cuando fue detenida en 1916 por haberla confundido con otra espía. Esto la hizo pensar en la mujer, en la persona a la que se referían esos documentos. Se puso en contacto con quienes más sabían sobre ella en ese momento y de ahí nació el libro al que hice referencia que, como me dijo, no es sólo una historia sobre una mujer, sino sobre los predicamentos en que se encontraban las mujeres a principios del siglo XX si estaban divorciadas o querían ser algo más que hijas y madres. En su opinión, según la política sexual de la época, Mata Hari era una mujer peligrosa. Le gustaría que quien visite la exposición cambie su opinión sobre las mujeres condenadas como “malas” y que comprendan los retos a los que se enfrentaron y las maneras ingeniosas que encontraron para salir adelante.

Bien vale la pena viajar a Leeuwarden, visitar la exposición y después recorrer el centro de la ciudad siguiendo la ruta que publicaron para conocer los lugares que formaron parte de la vida de Margaretha Zelle. La inolvidable Mata Hari.

Para mayor información sobre ésta, la mayor exposición sobre Mata Hari que se ha hecho hasta ahora: www.friesmuseum.nl

Haciendo un paréntesis personal, desde hace varios años he estudiado la vida de esta mujer. Incluso escribí una novela histórica sobre Mata Hari para la que sigo buscando una editorial interesada en publicarla.

Cualquier comentario relacionado con este artículo, favor de dirigirlo a mestrada@elsoldemexico.com.mx OEM-Informex

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