Ciudad del Vaticano.- Tres de treinta y uno. De los obispos chilenos que habían presentado en bloque su renuncia a mediados de mayo al término del encuentro en el Vaticano sobre los escándalos de abusos sexuales, el Papa Francesco acepto tres, uno de los cuales es Juan Barros, el obispo de Osorno quien fuera uno de los más estrechos colaboradores de Fernando Karadima, el sacerdote culpable de abusos seriales a daños de menores, condenado por el Vaticano en 2011 a una vida de “oración y penitencia”.
El término “acepto” es estrictamente formal ya que se trata de las primeras sanciones efectivas de Bergoglio acerca del escándalo de los abusos en la iglesia de Chile. Barros era acusado de haber encubierto los abusos de Karadima, de quien era una especie de “hijo espiritual”. También se aceptaron las renuncias del arzobispo de Puerto Montt, Cristian Caro Cordero y del obispo de Valparaiso, Gonzalo Duarte Garcia de Cortazar.
La remoción de Barros, anunciada este lunes, se registro un día antes del segundo viaje a Chile del arzobispo maltés Charles Scicluna, experto en investigaciones canónicas sobre abusos contra menores dentro del clero, y del monseñor catalán de la Congregación para la Doctrina de la Fe, padre Jordi Bertomeu. Ambos ya estuvieron en el país sudamericano en febrero pasado, confirmando las acusaciones en contra de Barros y otros eclesiásticos.
Es difícil no recordar las protestas dentro y fuera de la catedral de Osorno el día en el que, nombrado por Francisco, Barros tomo posesión de su diócesis, y mucho menos las manifestaciones callejeras durante la visita de Berrgoglio a Chile (enero de 2018). En esa ocasión, inclusive el presidente del parlamento chileno, Fidel Espinoza, hizo llegar a Francisco una carta de la comunidad católica de Osorno, pidiéndole la remoción del prelado.
El pontífice argentino en un principio defendió con firmeza a Barros. Durante su permanencia en Chile dijo que contra el obispo ”no hay una sola prueba ...Por lo tanto, se trata de calumnias, ¿queda claro?”. Palabras duras que provocaron un “gran dolor” a las víctimas, como le hizo a notar a Bergoglio el influyente cardenal Sean O’Malley.
Constatando que había cometido “graves errores de percepción y de valoración”, en su viaje de regreso a Roma, Francisco pidió perdón a las víctimas, acto que repitió personalmente cuando sucesivamente recibió en el Vaticano a las tres principales víctimas de Karadima: Juan Carlos Cruz, James Hamilton y Andrés Murillo.
Bergoglio se dio cuenta que había sido mal informado y decidió remediar a sus “errores”, convocando después a todos los obispos chilenos, ademas de leer atentamente el informe de mas de dos mil paginas del prelado investigador Charles Scicluna, después de su viaje a Chile.
Por lo pronto, la víctima Juan Carlos Cruz, en un mensaje vía internet subrayo que con estas “primeras dimisiones, comienza un nuevo día en la Iglesia católica de Chile: |!La banda de los delincuentes esta empezando a despedazarse!”, preciso, auspiciando que la medida “sea solo el inicio” de la obra de “limpieza” que Francisco ha decidido efectuar en Chile.