NACIONES UNIDAS. La reforma del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas es uno los procesos más postergados y, a la vez, más esperados en ese organismo multilateral pues aunque hace 20 años comenzaron las discusiones del tema, todavía no existen resultados tangibles.
Diez años atrás se adoptó una resolución referida a un proceso intergubernamental de cara a la reforma, son pocos los pasos de avances y muchos cuestionan la profundidad y velocidad de esas acciones. Recién a finales de junio, el presidente de la Asamblea General en su 72 período de sesiones, Miroslav Lajcak, aseguró que su experiencia le ha demostrado cómo la ONU es “juzgada por el desempeño de su Consejo de Seguridad”.
En una sesión del mayor organismo de Naciones Unidas sobre la "Cuestión de la representación equitativa y aumento de la composición del Consejo de Seguridad y cuestiones conexas", recordó que corresponde a los Estados miembros decidir cómo y hacia dónde va el proceso.
Para Lajcak, que las personas pierdan la fe en Naciones Unidas podría socavar todo el sistema multilateral. Por ello, dijo, una reforma del Consejo de Seguridad resulta tan importante.
Cuando el actual secretario general, António Guterres, asumió el cargo en enero de 2017 dejó clara su intención de reformar la organización multilateral, pero poco ha dicho del Consejo de Seguridad.
Mientras tanto, desde organismos con un peso importante como el Consejo de Seguridad, las potencias occidentales defienden sus intereses particulares aún a expensas del bien común, como denuncian los países menos desarrollados.
Por ello, la mayoría de los miembros abogan por un cambio en esa estructura conformada por sólo 15 naciones, pero la única cuyas decisiones tiene carácter vinculante (de obligatorio cumplimiento).
De acuerdo con el representante de Bolivia ante Naciones Unidas, Sacha Llorenti, persisten los actos unilaterales de algunos países como Estados Unidos, así como el intervencionismo y las políticas de cambio de régimen.
Con sus violentas acciones unilaterales y su lógica intervencionista, Washington viola en numerosas ocasiones el derecho internacional y utiliza a conveniencia su posición en el Consejo de Seguridad, denunció.
Llorrenti destacó cómo esos actos han provocado grandes crisis en términos de seguridad y de condiciones humanitarias, así ocurrió con la decisión de invadir Irak y de intervenir en Libia.
En lugar de detener el desarrollo de un conflicto, se utiliza al Consejo en función de justificar agresiones e invasiones, bajo pretextos de lucha contra el terrorismo o guerra preventiva, denominación está última que no figura en los documentos rectores de Naciones Unidas.
Similar situación se produjo en abril, cuando pese al rechazo de la comunidad internacional, Estados Unidos, Francia y Reino Unido lanzaron un ataque tripartita contra Siria, que solo empeoró las posibilidades de diálogo y negociaciones para un proceso político.
El embajador boliviano considera al Consejo de Seguridad como una instancia anacrónica y antidemocrática, cuya conformación representa la situación del mundo después de la Segunda Guerra Mundial: 70 años después, el panorama ha cambiado muchísimo y se torna cada vez más pluripolar.
Sus métodos de trabajo no abarcan la gran diversidad del mundo, y el hecho de que existan cinco países con derecho a veto y sean miembros permanentes es señal de ello, criticó.
Según el representante permanente de Suecia ante la ONU, Olof Skoog, algunos no creen que el Consejo de Seguridad sea un organismo democrático, por el tema del veto y la poca representatividad geográfica, pero los debates sobre la necesidad de reformas continúan.
El veto de algunos impide que se avance en temas pendientes que datan del mismo período de fundación de la organización multilateral, como sucede con la cuestión palestina. De cierta forma, Israel cuenta con derecho al veto a través de uno de los miembros permanentes: EU.