TOLUCA, Méx.- El pasillo que cruza el panteón de la Soledad es largo. Durante las mañanas lo cubre la bruma que apenas asienta con los primeros rayos de sol y que cae sobre los obeliscos y lápidas en mármol de carraca francés que predominan en el andador principal. El cementerio pareciera que se sobrepone al tiempo y asemeja un retrato que no cambia después de 131 años, tiempo que lleva en pie.
Desde la entrada hasta el último de los rincones, donde se ubican sobre todo las tumbas de cuarta clase, el lugar habla de historia, dice José Antonio Guadarrama, actual administrador del Panteón General.
“Aquí en este pasillo tenemos a generales y gobernadores, a los personajes más ilustres, antes era muy importante dividir por clases, por eso en el andador principal están todos los de primera clase”, explica José, sobre el ordenamiento que se le dio al cementerio.
Su fundación se remonta al año de 1884, abierto al público por primera vez por Jesús Montalvo, quien adquirió el terreno y luego lo expandió para albergar más fosas. Actualmente son dos hectáreas de terreno. En esa dimensión cercada y rodeada de fresnos, el cementerio presta servicio tal como hace dos siglos. Luce siempre limpio y ordenado, e incluso conserva la primera tumba que se excavó.
Alejado del pasillo principal, en una esquina de los andadores, descansa en un pedazo de tierra la primera tumba que se excavó en el Panteón General, instalada para Quirino Salazar, quien fuera el compadre del fundador del cementerio, según el testimonio escrito que está plasmado en el libro “Recorrido por la Ciudad de Toluca”, de Aurelio Venegas, publicado en 1889.
“La primera tumba del panteón fue para el compadre de don Jesús Montalvo, él pide permiso para sepultar a su compadre de toda la vida, la fosa se abrió en 1884 antes que se abriera el panteón”, testifica el responsable del cementerio toluqueño, quien juega el papel de cronista de la Soledad, por su conocimiento a detalle de los personajes que resguarda el panteón.
La tumba permanece al natural, sin modificación para no alterar su esencia, tal como fue colocada al principio, le sobrevive una estructura con una cruz rota que descansa recargada sobre la cantera. La recubren enredaderas de una flor silvestre conocida como “chisme” que crece todo el año en zonas frías como Toluca y sobre todo en el panteón de la Soledad.
La cruz no tiene nombre y tampoco la base de piedra, pero el registro de la tumba está en el archivo histórico del municipio en el libro de Aurelio Venegas. Sobre el mismo pasillo, justo en la esquina del andador principal, descansan los restos del primer alcalde de Toluca, Felipe Chávez Becerril, al interior de una pequeña capilla con un enrejado.
Las fachadas de las tumbas más antiguas se instalaron en la época de don Porfirio Díaz, fiel amante de la arquitectura francesa, por lo que el acceso del panteón tiene ese estilo. También la mayoría de los tumbas del pasillo principal. En el arco de acceso dominan las formas triangulares, columnas estriadas, y el diseño de las puertas y las rejas son góticas. El arco es traspasado por una puerta de madera de pino, gruesa y donada por los talleres de carpintería de un reclusorio.
De acuerdo con Antonio Guadarrama, la distribución en el panteón es por clases; se clasifican en filas de primera, que están pegadas al andador principal, después se ubican las de segunda, tercera, hasta llegar a la cuarta clase, instaladas al fondo del panteón.